martes, 10 de junio de 2025

SOLUCIONARIO EXAMEN PAU JUNIO DE 2025

TEXTO A 

«Evodio: Concedo que Dios ha dado al hombre la libertad. Pero dime: ¿no te parece que, habiéndonos sido dada para poder obrar bien, no debería tener la posibilidad de pecar? [...] Nadie podría servirse de la voluntad para pecar si ésta le hubiera sido dada para obrar bien. 

Agustín: [...] Pero deseo que me respondas a esta pregunta: ya que tienes por cierta y conocida la respuesta a mi primera demanda, a saber, que Dios nos ha dado una voluntad libre ¿debemos decir que Dios no hubiera debido darnos una cosa que confesamos haber recibido de Él? Si no es seguro que Él nos la haya dado, tenemos razón al preguntar si nos ha sido bien dada; cuando hayamos encontrado que nos ha sido bien dada encontraremos, por ello, que nos ha sido dada por Él, por quien le han sido dados todos los bienes a los hombres. Por el contrario, si encontramos que no ha sido bien dada comprenderemos que no es Él quien nos la ha dado, pues sería ilícito acusarlo de eso. Por otra parte, si es cierto que Él nos la ha dado nos veremos obligados a confesar, sea cual sea el modo en que la hayamos recibido, que, independientemente de cómo haya sido dada, debía ser otorgada y no de otro modo que como fue dada. La ha dado un ser cuya obra es absolutamente imposible de reprochar». 

SAN AGUSTÍN, Del libre arbitrio, II-4 

TEXTO B 

«Labor y trabajo, así como la acción, están también enraizados en la natalidad, ya que tienen la misión de proporcionar y preservar –prever y contar con– el constante aflujo de nuevos llegados que nacen en el mundo como extraños. Sin embargo, de las tres, la acción mantiene la más estrecha relación con la condición humana de la natalidad; el nuevo comienzo inherente al nacimiento se deja sentir en el mundo sólo porque el recién llegado posee la capacidad de empezar algo nuevo, es decir, de actuar. En este sentido de iniciativa, un elemento de acción, y por lo tanto de natalidad, es inherente a todas las actividades humanas. Más aún, ya que la acción es la actividad política por excelencia, la natalidad, y no la mortalidad, puede ser la categoría central del pensamiento político diferenciado del metafísico». 

H. ARENDT, La condición humana, cap. 1 


RESPUESTA TEXTO SAN AGUSTÍN:

En el texto que se nos presenta, Agustín de Hipona (354 - 430), filósofo norteafricano considerado el máximo representante de la Patrística, que difunde el dogma cristiano bajo las categorías filosóficas platónicas, aborda el problema de la libertad, don divino que considera inobjetable en su modo de haber sido otorgado, puesto que lo "ha dado un ser cuya obra es absolutamente imposible de reprochar" (líneas 13 - 14).

El fragmento muestra en su misma estructura la herencia platónica que recoge Agustín, al estar planteado como un diálogo, en el que Evodio, interlocutor del autor, cuestiona si el libre albedrío humano debió ser dado del modo en que Dios nos lo otorgó, puesto que ese hecho permite al hombre pecar: "¿No te parece que, habiéndonos sido dada (la libertad) para poder obrar bien, no debería tener la posibilidad de pecar?" (líneas 1- 2). 

San Agustín responde apoyándose en dos argumentos: 

1º) Desde una perspectiva positiva, si nuestra libertad nos ha sido bien dada, es decir, nos sirve para poder elegir entre lo bueno y lo malo, es porque es Dios quien nos la ha concedido, ya que un ser del que solo puede emanar lo perfecto y bueno para nosotros, no podría nacer algo que contradijese tal principio: "... cuando hayamos encontrado que nos ha sido bien dada encontraremos, por ello, que nos ha sido dada por Él, por quien le han sido dados todos los bienes a los hombres" (líneas 7 - 9). 

2º) Desde una perspectiva negativa, si no reconocemos como buena esa libertad, es porque no parte de Él: "si encontramos que no ha sido bien dada comprenderemos que no es Él quien nos la ha dado, pues sería ilícito acusarlo de eso" (líneas 9 - 10).

En definitiva, Dios nos da la libertad de elegir entre pecar o no pecar, ya que, si no lo hubiera hecho, estaríamos predestinados a obrar bien y no podríamos optar por ninguna otra alternativa, lo que nos convertiría en una suerte de autómatas carentes de autonomía moral, "programados" para actuar al dictado de motivaciones ajenas, lo que anularía la dignidad que otorga al hombre la libertad. Este don solo puede provenir de Él. Si nos percatamos de que así es, no queda otro remedio que admitir que nuestro libre arbitrio es el adecuado porque surge de Dios: "... si es cierto que Él nos la ha dado, nos veremos obligados a confesar, sea cual sea el modo en que la hayamos recibido, que, independientemente de cómo haya sido dada, debía ser otorgada y no de otro modo que como fue dada" (líneas 11 - 13).

No cabe reproche a una libertad que procede de Dios, quien, siendo irreprochable en sus acciones, nos la otorgó del modo más justo y provechoso.

El texto está teñido de un optimismo antropológico que contrasta con el pensamiento de aquellos autores para los que la libertad es un espejismo, un autoengaño o algo irrelevante. Así, Spinoza niega que exista otra libertad que la conciencia de la necesidad que nos obliga a obrar en un único sentido, siendo nuestra ignorancia lo que nos permite creer en la ficción de ser libres. La remisión que hace Freud de la motivación humana a pulsiones inconscientes, y no a postulados racionales y autoconscientes, se sitúa también esta línea de negación de la libertad. Finalmente, para Karl Marx la libertad no es tanto un hecho individual, como es en San Agustín, como una aspiración social que se realiza como un proceso de liberación de la opresión, que culmina en una sociedad comunista más cercana a la ciudad terrenal de la filosofía de la historia de San Agustín que a la "ciudad de Dios" por la que apuesta decididamente.


RESPUESTA TEXTO HANNAH ARENDT:

En el presente texto, Hannah Arendt, pensadora política judía (1906 - 1975) nacida en Alemania y nacionalizada estadounidense, formula un principio antropológico central en su pensamiento: el ser humano es, de forma congénita, un ser actuante, un ser capacitado para la acción: "... un elemento de acción, por lo tanto de natalidad, es inherente a todas las actividades humanas" (líneas 6 - 7).

Tal consideración se sitúa en el marco de su distinción entre labor, trabajo y acción como actividades fundamentales de la existencia humana (línea 1). La labor es ocupación vital; el trabajo, como medio de satisfacer necesidades, arraigo en la mundanidad; y la acción, que es la que en última instancia nos define, concreta qué queremos hacer, lo que conlleva quienes queremos ser. La acción es una forma de estar en el mundo que compartimos con otros, lo que nos remite a la vida en común y a la acción política.

Dado que "estar en el mundo" es una categoría central en el pensamiento de Hannah Arendt, hay una conexión con el nacimiento, "constante aflujo de nuevos llegados que nacen en el mundo como extraños" (líneas 2 - 3). El nacimiento es la condición previa del ser actuante, una premisa de toda acción humana: "... de las tres, la acción mantiene la más estrecha relación con la condición humana de la natalidad." (líneas 3 - 4). Todo nacimiento es un "nuevo comienzo" (línea 4), una incorporación de un ser lleno de posibilidades a desplegar y rendir frutos, una inserción en lo vital en la línea de lo que cantó Bob Dylan en "It´s alright, Ma": "Aquél que no está ocupado naciendo, está ocupado muriendo", o en ese autorretrato que Pablo Neruda tituló "Para nacer he nacido".

El texto concluye afirmando que "la natalidad, y no la mortalidad" puede ser la categoría central del pensamiento político diferenciado del metafísico" (líneas 7 - 8), una rotunda refutación de la antropología de su maestro Heidegger, quien consideraba que el hombre es un "ser para la muerte". Frente al inevitable cierre de la vida que el existencialismo heideggeriano subraya, es su apertura lo que Arendt pone en primer plano de su pensamiento, en un gesto que alinea con el optimismo antropológico de quienes, como Spinoza, afirman que "en nada piensa el filósofo menos que en la muerte".