miércoles, 22 de septiembre de 2021

7º EJEMPLO DE COMENTARIO DE TEXTO FILOSÓFICO


"Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mi me parece es que dentro de lo cognoscible lo que se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público".

PLATÓN República Libro VII, 517a/517c.

En el presente texto, Platón (427 – 347) presenta la idea del Bien como conocimiento último al que el alma puede aspirar: “lo que a mi me parece es que dentro de lo cognoscible lo que se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien” (lineas 6 - 7).

El fragmento nos ofrece las claves para interpretar el Mito de la Caverna, síntesis de las ideas gnoseológicas, ontológicas y pedagógicas del autor.

El texto presenta dos partes bien diferenciadas:

En la primera, Platón establece una serie de equivalencias, identificando lo que él llama morada-prisión -el interior de la caverna-, con el mundo sensible; la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; el sol con la idea del Bien, y las cosas “de arriba” (el mundo exterior a la caverna, real y luminoso) con el mundo de las ideas.

Paralelamente a la distinción mundo sensible- mundo de las ideas, Platón divide el conocimiento en sensible e inteligible asociando el sensible al mundo visible y el inteligible al mundo de las ideas, y describe el conocimiento como un proceso ascendente y dificultoso, el “camino del alma hacia el ámbito inteligible” (lineas 4-5).

En la segunda Platón, que concibe las ideas jerarquizadas en un orden, concluye que la idea del Bien es el fundamento del ser, del conocer y del actuar: del ser porque es la idea suprema y el principio fundante que presta al mundo físico la unidad, la intelegibilidad, el orden y la consistencia de los que carece (“… es la causa de todas las cosas rectas y bellas”, linea 8); del conocer, porque gracias a las ideas conocemos el mundo físico como la copia imperfecta de las ideas que es, siendo en el ámbito ideal “señora y productora de la verdad y de la inteligencia” (línea 10); y del actuar, porque la verdadera sabiduría, obtenida gracias a la contemplación de la idea del Bien, implica la puesta en práctica de lo aprendido (intelectualismo moral), es decir, de lo bueno: “… es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público” (lineas 10-11).

El mundo inteligible es la realidad inmutable y eterna. El mundo sensible es el ámbito del cambio y la temporalidad, características de todo aquello (la materia, en última instancia) que nos es comunicado por los sentidos. Entre los dos existe un abismo infranqueable. Solamente el alma es capaz de ser intermediaria ente ambos mundos. Estos mundos mantienen una relación de imitación y participación: las cosas son reproducciones imperfectas de las ideas.

La razón de que sólo el alma pueda hacer de puente entre lo sensible y lo inteligible se debe a que, en su origen, el alma pertenece al mundo de las ideas aunque se vea obligada a habitar en un cuerpo material atrapado en el mundo de lo sensible. Su carácter inteligible hace posible el conocimiento de las ideas sin el cual no sería posible actuar moralmente y con sentido de la justicia.

El Bien y la Justicia, es decir, las normas morales y las sociales rectas, al tener su fundamento en una idea eterna e inmutable, no pueden ser convencionales -como defendían los sofistas- ni pueden ponerse al servicio de intereses particulares. Se descubren gracias a un ejercicio de racionalidad largo y laborioso que no todos los humanos son capaces de realizar. Esta tarea es exclusiva de aquellos en los que domina el alma racional. Estos hombres son también los llamados a gobernar la ciudad, pues son los sabios que han visto el Bien dado que la verdadera sabiduría -que es dialéctica implica la puesta en práctica de lo aprendido.

En conclusión, la contemplación de la idea del Bien es necesaria para descubrir la verdadera esencia de la realidad y también para poder adquirir la sabiduría que permita actuar rectamente tanto en el ámbito de lo privado (ética), como en el de lo público (política).

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