martes, 10 de junio de 2025

SOLUCIONARIO EXAMEN PAU JUNIO DE 2025

TEXTO A 

«Evodio: Concedo que Dios ha dado al hombre la libertad. Pero dime: ¿no te parece que, habiéndonos sido dada para poder obrar bien, no debería tener la posibilidad de pecar? [...] Nadie podría servirse de la voluntad para pecar si ésta le hubiera sido dada para obrar bien. 

Agustín: [...] Pero deseo que me respondas a esta pregunta: ya que tienes por cierta y conocida la respuesta a mi primera demanda, a saber, que Dios nos ha dado una voluntad libre ¿debemos decir que Dios no hubiera debido darnos una cosa que confesamos haber recibido de Él? Si no es seguro que Él nos la haya dado, tenemos razón al preguntar si nos ha sido bien dada; cuando hayamos encontrado que nos ha sido bien dada encontraremos, por ello, que nos ha sido dada por Él, por quien le han sido dados todos los bienes a los hombres. Por el contrario, si encontramos que no ha sido bien dada comprenderemos que no es Él quien nos la ha dado, pues sería ilícito acusarlo de eso. Por otra parte, si es cierto que Él nos la ha dado nos veremos obligados a confesar, sea cual sea el modo en que la hayamos recibido, que, independientemente de cómo haya sido dada, debía ser otorgada y no de otro modo que como fue dada. La ha dado un ser cuya obra es absolutamente imposible de reprochar». 

SAN AGUSTÍN, Del libre arbitrio, II-4 

TEXTO B 

«Labor y trabajo, así como la acción, están también enraizados en la natalidad, ya que tienen la misión de proporcionar y preservar –prever y contar con– el constante aflujo de nuevos llegados que nacen en el mundo como extraños. Sin embargo, de las tres, la acción mantiene la más estrecha relación con la condición humana de la natalidad; el nuevo comienzo inherente al nacimiento se deja sentir en el mundo sólo porque el recién llegado posee la capacidad de empezar algo nuevo, es decir, de actuar. En este sentido de iniciativa, un elemento de acción, y por lo tanto de natalidad, es inherente a todas las actividades humanas. Más aún, ya que la acción es la actividad política por excelencia, la natalidad, y no la mortalidad, puede ser la categoría central del pensamiento político diferenciado del metafísico». 

H. ARENDT, La condición humana, cap. 1 


RESPUESTA TEXTO SAN AGUSTÍN:

En el texto que se nos presenta, Agustín de Hipona (354 - 430), filósofo norteafricano considerado el máximo representante de la Patrística, que difunde el dogma cristiano bajo las categorías filosóficas platónicas, aborda el problema de la libertad, don divino que considera inobjetable en su modo de haber sido otorgado, puesto que lo "ha dado un ser cuya obra es absolutamente imposible de reprochar" (líneas 13 - 14).

El fragmento muestra en su misma estructura la herencia platónica que recoge Agustín, al estar planteado como un diálogo, en el que Evodio, interlocutor del autor, cuestiona si el libre albedrío humano debió ser dado del modo en que Dios nos lo otorgó, puesto que ese hecho permite al hombre pecar: "¿No te parece que, habiéndonos sido dada (la libertad) para poder obrar bien, no debería tener la posibilidad de pecar?" (líneas 1- 2). 

San Agustín responde apoyándose en dos argumentos: 

1º) Desde una perspectiva positiva, si nuestra libertad nos ha sido bien dada, es decir, nos sirve para poder elegir entre lo bueno y lo malo, es porque es Dios quien nos la ha concedido, ya que un ser del que solo puede emanar lo perfecto y bueno para nosotros, no podría nacer algo que contradijese tal principio: "... cuando hayamos encontrado que nos ha sido bien dada encontraremos, por ello, que nos ha sido dada por Él, por quien le han sido dados todos los bienes a los hombres" (líneas 7 - 9). 

2º) Desde una perspectiva negativa, si no reconocemos como buena esa libertad, es porque no parte de Él: "si encontramos que no ha sido bien dada comprenderemos que no es Él quien nos la ha dado, pues sería ilícito acusarlo de eso" (líneas 9 - 10).

En definitiva, Dios nos da la libertad de elegir entre pecar o no pecar, ya que, si no lo hubiera hecho, estaríamos predestinados a obrar bien y no podríamos optar por ninguna otra alternativa, lo que nos convertiría en una suerte de autómatas carentes de autonomía moral, "programados" para actuar al dictado de motivaciones ajenas, lo que anularía la dignidad que otorga al hombre la libertad. Este don solo puede provenir de Él. Si nos percatamos de que así es, no queda otro remedio que admitir que nuestro libre arbitrio es el adecuado porque surge de Dios: "... si es cierto que Él nos la ha dado, nos veremos obligados a confesar, sea cual sea el modo en que la hayamos recibido, que, independientemente de cómo haya sido dada, debía ser otorgada y no de otro modo que como fue dada" (líneas 11 - 13).

No cabe reproche a una libertad que procede de Dios, quien, siendo irreprochable en sus acciones, nos la otorgó del modo más justo y provechoso.

El texto está teñido de un optimismo antropológico que contrasta con el pensamiento de aquellos autores para los que la libertad es un espejismo, un autoengaño o algo irrelevante. Así, Spinoza niega que exista otra libertad que la conciencia de la necesidad que nos obliga a obrar en un único sentido, siendo nuestra ignorancia lo que nos permite creer en la ficción de ser libres. La remisión que hace Freud de la motivación humana a pulsiones inconscientes, y no a postulados racionales y autoconscientes, se sitúa también esta línea de negación de la libertad. Finalmente, para Karl Marx la libertad no es tanto un hecho individual, como es en San Agustín, como una aspiración social que se realiza como un proceso de liberación de la opresión, que culmina en una sociedad comunista más cercana a la ciudad terrenal de la filosofía de la historia de San Agustín que a la "ciudad de Dios" por la que apuesta decididamente.


RESPUESTA TEXTO HANNAH ARENDT:

En el presente texto, Hannah Arendt, pensadora política judía (1906 - 1975) nacida en Alemania y nacionalizada estadounidense, formula un principio antropológico central en su pensamiento: el ser humano es, de forma congénita, un ser actuante, un ser capacitado para la acción: "... un elemento de acción, por lo tanto de natalidad, es inherente a todas las actividades humanas" (líneas 6 - 7).

Tal consideración se sitúa en el marco de su distinción entre labor, trabajo y acción como actividades fundamentales de la existencia humana (línea 1). La labor es ocupación vital; el trabajo, como medio de satisfacer necesidades, arraigo en la mundanidad; y la acción, que es la que en última instancia nos define, concreta qué queremos hacer, lo que conlleva quienes queremos ser. La acción es una forma de estar en el mundo que compartimos con otros, lo que nos remite a la vida en común y a la acción política.

Dado que "estar en el mundo" es una categoría central en el pensamiento de Hannah Arendt, hay una conexión con el nacimiento, "constante aflujo de nuevos llegados que nacen en el mundo como extraños" (líneas 2 - 3). El nacimiento es la condición previa del ser actuante, una premisa de toda acción humana: "... de las tres, la acción mantiene la más estrecha relación con la condición humana de la natalidad." (líneas 3 - 4). Todo nacimiento es un "nuevo comienzo" (línea 4), una incorporación de un ser lleno de posibilidades a desplegar y rendir frutos, una inserción en lo vital en la línea de lo que cantó Bob Dylan en "It´s alright, Ma": "Aquél que no está ocupado naciendo, está ocupado muriendo", o en ese autorretrato que Pablo Neruda tituló "Para nacer he nacido".

El texto concluye afirmando que "la natalidad, y no la mortalidad" puede ser la categoría central del pensamiento político diferenciado del metafísico" (líneas 7 - 8), una rotunda refutación de la antropología de su maestro Heidegger, quien consideraba que el hombre es un "ser para la muerte". Frente al inevitable cierre de la vida que el existencialismo heideggeriano subraya, es su apertura lo que Arendt pone en primer plano de su pensamiento, en un gesto que alinea con el optimismo antropológico de quienes, como Spinoza, afirman que "en nada piensa el filósofo menos que en la muerte".

viernes, 2 de mayo de 2025

MODELO DE RESPUESTA DEL EXAMEN DE HISTORIA DE LA FILOSOFÍA DEL 30 DE ABRIL, 2º BTO. "A"


INSTRUCCIONES GENERALES Y CALIFICACIÓN

Después de leer atentamente el examen, responda de la siguiente forma:

· Elija un texto entre A y B y responda a las preguntas que se le plantean abajo correspondientes al bloque 1

· Responda a una de las dos preguntas (A o B) del bloque 2 y del bloque 3


TEXTO  A:

La conciencia de la necesidad de entablar relaciones con los individuos circundantes es el comienzo de la conciencia de que el hombre vive, en general, dentro de una sociedad. Este comienzo es algo tan animal como la propia vida social en esta fase: es simplemente, una conciencia gregaria y, en este punto, el hombre sólo se distingue del carnero por cuanto su conciencia sustituye al instinto o es el suyo un instinto consciente. Esta conciencia gregaria o tribual se desarrolla y perfecciona después, al aumentar la producción, al acrecentarse las necesidades y al multiplicarse la población, que es el factor sobre que descansan los dos anteriores. De este modo se desarrolla la división del trabajo (...) Con la división del trabajo, que lleva implícitas todas estas contradicciones y que descansa, a su vez, sobre la división natural del trabajo en el seno de la familia y en la división de la sociedad en diversas familias contrapuestas, se da, al mismo tiempo, la distribución y, concretamente, la distribución desigual, tanto cuantitativa como cualitativamente, del trabajo y de sus productos; es decir, la propiedad.

(Karl Marx: La ideología alemana, Introducción)

 

TEXTO B:

En cuanto a esta actitud, “el hombre contra el mundo”, el hombre como principio “negador del mundo”, el hombre como medida de valor de las cosas, como juez del universo que llega a poner la vida misma en el platillo de su balanza y la calcula demasiado liviana; pues bien, hemos tomado conciencia del prodigioso mal gusto que supone toda esta actitud y nos repugna. Por eso nos reímos en cuanto vemos al “hombre y al mundo”, puestos uno al lado del otro, separados por la sublime pretensión de la partícula “y”. Pero, ¿qué sucede? Al reírnos, ¿no habremos dado un paso de más en el desprecio del hombre y, por consiguiente, también en el pesimismo, en el desprecio de la existencia que nos es cognoscible? ¿No habríamos caído por ello mismo en la sospecha de una contradicción, de la contradicción entre este mundo donde hasta ahora teníamos la sensación de estar en casa con nuestras veneraciones – veneraciones en virtud de las cuales tal vez soportábamos la vida–, y un mundo que no es otro que nosotros mismos? Habríamos caído, así, en la sospecha inexorable, extrema, definitiva respecto a nosotros mismos; sospecha que ejerce de forma cada vez más cruel su dominio sobre los europeos y que podría fácilmente poner a las generaciones futuras ante esta espantosa alternativa: “¡O suprimen sus veneraciones, o se suprimen ustedes mismos!”

(Friedrich Nietzsche: La gaya ciencia, libro 5º, 346)


CUESTIONES:

1: Sobre el texto elegido (5 puntos)

1.- Identifique la tesis principal defendida en el texto propuesto.
2.- Mediante un pequeño texto justificativo ponga en diálogo con algún otro autor, autora o corriente filosófica perteneciente a la misma o a diferente época la cuestión discutida en el texto.

2: Responda solamente a una de las dos preguntas que se le plantean a continuación (2,5 puntos)

A: Exponga el problema de Dios en un autor, autora o corriente filosófica de la época medieval.

B: Exponga el problema del conocimiento en un autor, autora o corriente filosófica de la época antigua

3: Responda solamente a una de las dos preguntas que se le plantean a continuación (2,5 puntos)

A: Exponga el problema de la ética en un autor, autora o corriente filosófica de la época moderna.

B: Exponga el problema del hombre en un autor, autora o corriente filosófica de la época contemporánea.


Respuesta cuestión 1, Texto A

1.- Karl Marx, filósofo alemán (1818 - 1882) cuyo pensamiento dialéctico de raíz hegeliana es conocido como "materialismo histórico", afirma en este texto que la división del trabajo es la raíz de la desigualdad: “Con la división del trabajo … se da … la distribución desigual … del trabajo y de sus productos” (líneas 8 - 11).

La tesis de Marx parte de una consideración de orden antropológico: el hombre es un ser social. Esa sociabilidad es inevitable, connatural a nuestra condición, y genera una de las formas más inmediatas de conciencia, de representación de nuestra propia situación: “La conciencia de la necesidad de entablar relaciones … es el comienzo de la conciencia de que el hombre vive … dentro de una sociedad” (líneas 1 - 2). Marx califica esta sociabilidad de “animal” (línea 3), vinculándola a lo biológico presente en nosotros. No obstante, puntualiza que la sociabilidad es en el animal un mero componente de su instinto, mientras que en nosotros es algo explícito: “… el hombre sólo se distingue del carnero por cuanto su conciencia sustituye al instinto, o es el suyo un instinto consciente” (líneas 4 - 5).

Con el aumento del número de integrantes y de la complejidad de las sociedades humanas esta conciencia se acrecienta: “Esta conciencia gregaria o tribal se desarrolla y perfecciona después, al aumentar la producción, al acrecentarse las necesidades y al multiplicarse la población …” (líneas 5 - 7). La consecuencia de ese proceso de progresiva complejidad, tanto de nuestras necesidades como de nuestras relaciones, es la división del trabajo (línea 8).

La división del trabajo es fuente de desigualdad. Genera inevitablemente contraposiciones de intereses que se plasman en tensiones, luchas y oposiciones. No todos satisfarán por igual sus necesidades y la abundancia de unos conllevará la precariedad de otros. Esta desigualdad se manifiesta, primariamente, en la propiedad: “… la distribución desigual … del trabajo y sus productores (se manifiesta en) … la propiedad” (líneas 10 - 11).

2.- La conclusión del fragmento propuesto nos recuerda el postulado de Rousseau que defiende que la propiedad privada es el origen de los males sociales, tesis que hará suyo todo ese socialismo ingenuo y bienintencionado (Proudhon, Saint Simon, Fourier, ...) que Marx calificará de “utópico”, oponiéndole el carácter “científico” con que presenta su pensamiento materialista, adjetivo que justificaría el haber descubierto las leyes deterministas que rigen el devenir histórico.

Por otra parte, el conflicto social entre los agentes sociales es pensado por Marx como irresoluble, lo que conduce a la revolución proletaria, la "lucha final" que exalta la letra de la Internacional, síntesis dialéctica de la lucha de clases. Frente a este enfoque extremo, Rousseau se muestra mucho menos radical, al tematizar un "contrato social" como pacto que armonice los intereses de todos los individuos sometiéndolos a una voluntad general libremente aceptada, que representa los intereses comunes dejando de lado los particulares.

Rousseau concibe el Estado como libre asociación que gestiona la voluntad común de los ciudadanos, reelaborando la teoría contractualista a la que ya habían apuntado las investigaciones de Hobbes y Locke en el mundo anglosajón: el Estado nace de un pacto de asociación (no de sumisión) entre iguales, basado en una “voluntad general” donde todos ganan, una visión conciliadora e ideal que Marx rechazaría por ingenua. El Estado, en la teoría marxista, es una instancia opresora instrumentalizada por la clase capitalista, fuente de alienación y que la sociedad sin clases surgida de la revolución proletaria eliminará, al ser ya innecesario.


Respuesta cuestión 1, Texto B

1.- Nietzsche, filósofo alemán (1844 -1900) irracionalista y vitalista, presenta en este párrafo una crítica implacable a la condición del hombre como “animal que venera”, como ser que contrapone su propia realidad a la de un mundo del que foma parte, pero respecto al cual pretende erigirse en contrario. El hombre, en la medida en que se autoexcluye de la vida, pretende erigirse en amo y juez de la misma, lo que no puede sino conducirle a su autoaniquilación: negar la vida es negar nuestra única realidad; el desprecio de la existencia es el desprecio de lo que nos constituye, por lo que solo cabe al filósofo ponernos ante la absurda y potencialmente suicida disyuntiva que occidente ha construído: “¡O suprimen sus veneraciones, o se suprimen ustedes mismos!” (líneas 15 - 16).

El ser humano, “medida del valor de las cosas” (línea 2) como quería Protágoras, no es solo un ser que ha sobreestimado su propio valor, sino que desvalorizado una realidad de la que interesadamente se excluye, convirtiéndose en “negador del mundo” (líneas 1 - 2), enemigo del único espacio-tiempo que puede habitar, juez cuya sentencia condena una vida que considera “demasiado liviana” (línea 3). Esta condena no puede sino provocar rechazo en un espíritu libre: “… hemos tomado conciencia del prodigioso mal gusto que supone toda esta actitud, y nos repugna” (líneas 4 - 5).

La ficticia separación entre hombre y mundo -sobre la que Nietzsche ironiza al considerar la inmensa carga semántica depositada sobre la conjunción “y” (línea 6)- es ridícula en su pretenciosidad. Pero, a la vez, su refutación puede conducir, por un camino opuesto al denunciado -pero igual de implacable-, a la desvalorización del hombre. “¿No habríamos caído por ello mismo en la sospecha de una contradicción, de la contradicción entre este mundo donde hasta ahora teníamos la sensación de estar en casa con nuestras veneraciones …, y un mundo que no es otro que nosotros mismos?” (líneas 9 - 12). El hombre, tanto si niega la realidad, transfigurándola mediante sus creencias -esas “veneraciones en virtud de las cuales soportábamos la vida” (líneas 11 - 12)-, como si secunda sus impulsos escépticos, acaba por parecer risible, pero con una risa que al final se nos hiela: aumentar -ficticiamente- nuestro valor a costa del mundo, o aumentar el valor del mundo a costa de minusvalorarnos son dos modos de proceder que, al final, nos abocan a idéntico pesimismo.

2.- Nietzsche diagnostica con su tesis sobre "la muerte de Dios" la caducidad de un modo de concebir la realidad que en el pasado ha supuesto la alienación del ser humano, reducido a la triste condición de bestia de carga que lleva sobre sí el peso de los valores supuestamente "más grandes que la vida". En su punto de mira está el pensamiento judeocristiano, que puede representar Agustín de Hipona (354 - 430), máximo representante de la Patrística y conspicuo ejemplo de ese carácter de "platonismo para el pueblo" que Nietzsche achaca al cristianismo: en vez de instalar al hombre en su realidad inmanente, el cristianismo pone su valor en un mundo trascendente que constituye su máxima aspiración. Ese mundo paralelo, esa evasiva "ilusión óptico-moral" desarraiga al sujeto de su mundo propio y le impide vivir plenamente. 

Así, Dios es pensado como una realidad infinita y eterna ajena a las limitaciones humanas, cumpliéndose el dictamen nitzscheano que recrimina a la filosofía y religión tradicionales el pensar mediante abstracciones y negar la realidad transformadora del tiempo, frente a la cual la afirmación de cualquier entidad "atemporal" le parece un sinsentido. 

Frente a la concepción trascendente de la realidad que propone Agustín, Nietzsche reclama la inmanencia de la existencia terrenal, espacio-temporal, como única realidad.

CUESTIÓN 2, Respuesta opción A:

Tomás de Aquino (1225 - 1274), filósofo y teólogo dominico italiano, máximo respresentante de la Escolástica, que volvió a poner en boga el pensamiento de Aristóteles en occidente, presenta una noción de Dios como instancia explicativa del mundo y del orden que constatamos empíricamente en él. Dios es el creador, la Causa Primera, puesto que todo lo que existe ha sido creado por él y es él el que mantiene su existencia. Es un ser necesario, eterno e inmutable, que lo conoce y lo puede todo. Representa la perfección absoluta y es autosuficiente: no depende, en ningún caso de la Creación, sino que toda la Creación es la imagen de Dios. En la Creación aparecen movimientos o cambios, que proporcionan a los entes la capacidad de perfeccionarse, adquiriendo o perdiendo propiedades. Estos cambios pueden ser sustanciales (afectan a las características esenciales) o accidentales (no afectan a las características esenciales).

Sto. Tomás afirma que es posible la demostración de la existencia de Dios a través de la experiencia sensible, a posteriori. Para ello, se pueden escoger dos caminos: uno negativo, que trata de la exclusión de aquello que no se le puede atribuir (Teología negativa); o uno afirmativo, que consiste en atribuir a Dios las características positivas del hombre.

Para llegar a conocer la existencia de Dios tenemos que recurrir a unas pruebas racionales llamadas Vías, que son argumentos cosmológicos puesto que parten del mundo sensible y van hacia Dios. Son demostraciones a posteriori.

Todas las vías tienen un esquema argumentativo similar:

- El punto de partida es un dato real de experiencia sensible del mundo físico, el efecto.

- En un segundo momento, se aplica el principio de Causalidad (todo efecto tiene una causa y esta debe tener tanta realidad o más que el efecto para producirlo).

- En el tercer momento se niega la posibilidad de que estas causas lleguen al infinito.

- Por último, se concluye en la necesidad de la existencia de un ser supremo.

Las cinco vías son:

1. Vía del movimiento. Parte de la observación de la existencia de movimiento y termina afirmando la existencia de Dios como Motor Inmóvil.

2. Vía de la causalidad. Parte de la existencia de causas en el mundo y concluye en la existencia de una Causa Incausada.

3. Vía de la contingencia. Parte de la contingencia del mundo para llegar a la existencia de un ser Necesario.

4. Vía de los grados de perfección. Parte de la existencia de diferentes grados de perfección en las cosas de este mundo y termina proponiendo la existencia de un ser perfectísimo como causa última.

5. Vía teleológica o finalista. Desde el orden del mundo (todos los seres, incluso los irracionales, actúan por un fin) hasta la inteligencia suprema ordenadora.

Según Sto. Tomás, conocemos las características divinas mediante la analogía: el hombre es análogo a Dios, semejante, pero en distinta proporción.


CUESTIÓN 3: Respuesta opción B

“El hombre es algo que debe ser superado”, proclama el Zaratustra de Nietzsche. El hombre es ese ser que, asustado ante el torbellino de su propia vida (abocada a ser una continua superación de sí mismo), necesitó acudir a "otros mundos", y, por encima de todo, a Dios , y condenar este mundo como apariencia y tristeza, que necesitó la guía de un ser divino para que le dijera lo que estaba bien y mal y lo que tenía que hacer en la vida. El hombre ha acabado por ser pura renuncia, pura negación de sí mismo y de su vitalidad, pura neurosis que se niega a admitir su deseo.

No siempre fue así, pues en la Grecia pre-socrática los hombres habían expresado la realidad de la existencia a través de la creación estética, articulada por medio de la oposición entre lo dionisíaco (lo desbordante e indiferenciado), y lo apolíneo (la medida y el orden), cuya unificación se daba en la tragedia. Esas dos categorías estéticas se personifican en el hombre intuitivo, “héroe desbordante de alegría”, y en el hombre racional, abocado a la desdicha.

Ese segundo tipo de hombre es el que aparece con el socratismo, con su predominio de lo conceptual y lo intelectual, que encubren un rechazo de la vida que la filosofía de Platón consagra al postular un mundo ilusorio -que califica de “mundo verdadero”- frente al mundo empírico.

El hombre tiene que ser superado, y lo será por el superhombre. Todos nosotros estamos en camino de ello, no somos más que "un puente hacia el superhombre".

El superhombre es el sucesor del hombre, cuyas limitaciones morales supera, renunciando a sueños e ilusiones ultraterrenas para afirmar “el sentido de la tierra”. Sabe que su vida es lo único que tiene en el mundo, y está dispuesto a vivirla por sí misma, sin necesidad de que tenga sentido. No necesita recurrir a instancias superiores que le orienten y le encaucen la vida, le diferencien el bien del mal (moral cristiana), lo verdadero de lo falso (ciencia) ni lo real de lo aparente (metafísica), sino que está dispuesto a enfrentarse a su propia vida cara a cara, y sin pedir explicaciones a nada ni a nadie. El superhombre vive en un mundo libre como nunca lo conoció la cultura de Occidente: un mundo donde se ha restaurado la inocencia del devenir, y que está, por tanto, más allá del bien y del mal.

MODELO DE RESPUESTA DEL EXAMEN DE HISTORIA DE LA FILOSOFÍA DEL 28 DE ABRIL, 2º BTO. "B"


INSTRUCCIONES GENERALES Y CALIFICACIÓN

Después de leer atentamente el examen, responda de la siguiente forma:

· Elija un texto entre A y B y responda a las preguntas que se le plantean abajo correspondientes al bloque 1

· Responda a una de las dos preguntas (A o B) del bloque 2 y del bloque 3


TEXTO  A:

La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreación, se manifiesta inmediatamente como una doble relación -de una parte, como una relación natural, y, de otra, como una relación social-; social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos, cualesquiera que sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se desprende que un determinado modo de producción o una determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación o una determinada fase social, modo de cooperación que es, a su vez, una «fuerza productiva»; que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por tanto, la «historia de la humanidad» debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio.

(Karl Marx: La ideología alemana, Introducción)

 

TEXTO B:

"El mayor acontecimiento reciente -que “Dios ha muerto”, que la creencia en el Dios cristiano ha caído en descrédito- empieza desde ahora a extender su sombra sobre Europa. Al menos, a unos pocos, dotados de una suspicacia bastante penetrante, de una mirada bastante sutil para este espectáculo, les parece efectivamente que acaba de ponerse un sol, que una antigua y arraigada confianza ha sido puesta en duda.

Nuestro viejo mundo debe parecerles cada día más crepuscular, más dudoso, más extraño, “más viejo”. Pero, en general, se puede decir que el acontecimiento en sí es demasiado considerable, demasiado lejano, demasiado apartado de la capacidad conceptual de la inmensa mayoría como para que se pueda pretender que ya ha llegado la noticia y, mucho menos aún, que se tome conciencia de lo que ha ocurrido realmente y de todo lo que en adelante se ha de derrumbar, una vez convertida en ruinas esta creencia por el hecho de haber estado fundada y construida sobre ella y, por así decirlo, enredado a ella".

(Friedrich NIETZSCHE: "La gaya ciencia", libro V, 343)


CUESTIONES:

1: Sobre el texto elegido (5 puntos)

1.- Identifique la tesis principal defendida en el texto propuesto.
2.- Mediante un pequeño texto justificativo ponga en diálogo con algún otro autor, autora o corriente filosófica perteneciente a la misma o a diferente época la cuestión discutida en el texto.

2: Responda solamente a una de las dos preguntas que se le plantean a continuación (2,5 puntos)

A: Exponga el problema de la ética y/o la moral en un autor, autora o corriente filosófica de la época medieval o antigua.

B: Exponga el problema de la política en un autor, autora o corriente filosófica de la época antigua

3: Responda solamente a una de las dos preguntas que se le plantean a continuación (2,5 puntos)

A: Exponga el problema de la realidad y/o el conocimiento en un autor, autora o corriente filosófica de la época moderna.

B: Exponga el problema de la ética y la moral en un autor, autora o corriente filosófica de la época moderna.


Respuesta cuestión 1, Texto A

1.- Karl Marx, filósofo alemán (1818 - 1882) cuyo pensamiento dialéctico de raíz hegeliana es conocido como "materialismo histórico", presenta en este texto su concepción de la realidad humana como un proceso indisociable de la actividad económica en que aquella hunde sus raíces: "... la «historia de la humanidad» debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio" (líneas 9 - 11).

La producción de la vida se manifiesta como una doble relación, natural y social, siendo esta última así porque implica la cooperación de diversos individuos (líneas 1 - 5). La procreación ha sido determinada por la naturaleza, mientras que el trabajo lleva al hombre a re-crearse a sí mismo a través de su acción transformadora de la realidad. El hombre es un ser productivo-transformador en su misma esencia, puesto que Marx lo concibe no tanto como un ser cognoscente ("homo sapiens"), al modo de la antropología tradicional, sino como un ser fabril que conforma el mundo y su propia realidad mediante el trabajo ("homo faber"). Su naturaleza hace del trabajo (la transformación de su entorno mediante la producción de bienes) la llave de su realización. El trabajo socializa al hombre, le aboca a la relación con otros hombres. De ahí que las condiciones socio-económicas de producción determinen nuestra configuración como seres.

El materialismo histórico concibe la sociedad como una realidad dinámica, determinada en su existencia por la naturaleza misma del hombre, y en sus particularidades concretas e históricas, por las relaciones de producción que se dan en su seno. La estructura social es reflejo de la estructura económica: "un determinado modo de producción o una determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación o una determinada fase social" (líneas 6 - 7). De ahí la necesidad de determinar en todo estadio del  desarrollo histórico-social una infraestructura material -las relaciones de producción que se dan entre los sujetos- que explica en última instancia toda superestructura observable. Según el modo de producción que se de en una sociedad ésta generará unas condiciones de existencia u otras: "la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social" (líneas 8 - 9). 

2.- Marx concibe al hombre como una realidad dinámica cuya autodeterminación se da en términos de actividad productiva, lo que, a través de la división del trabajo, creará desigualdades insolubles. Este conflicto es enmascarado por la superestructura social mediante la instrumentalización del aparato político-jurídico, el falso consuelo de una religión conformista con la injusticia -que funciona como “opio del pueblo”- y la complicidad de una filosofía que, instalada en el idealismo, evita encarar la realidad concreta para producir una ideología que falsifica la realidad.

Con su denuncia de la alienación económica del ser humano, ignorada por la filosofía precedente, Marx se sitúa en las antípodas del optimismo cartesiano. Descartes (1596 - 1650), filósofo racionalista francés, postula un humano plenamente consciente, dueño de sí y movido por ideas, no por fuerzas ciegas e inexorables, puesto que se define como pensamiento ("res cogitans") antes que como materia operativa ("res extensa").

En la filosofía de Descartes, el alma es una realidad auto-consciente, más conocida, más evidente y más cierta que el cuerpo. Posee ideas innatas y es inmortal. El cuerpo se explica totalmente por las leyes del movimiento, dado que es un mecanismo físico. El alma, espíritu puro, es en cuanto a realidad pasiva, entendimiento, y en cuanto a realidad activa, voluntad. De ello se sigue que el autor ignore todo el planteamiento materialista que va de Demócrito -una de las influencias reconocidas explícitamente por Marx- al materialismo de Marx y Engels, que se pretende "científico" frente al "socialismo utópico" que le ha precedido, al descubrir las leyes del devenir histórico. La acción es en Descartes casi un problema residual en su sistema, objeto de un mero enfoque ético, lo que reafirma el carácter evasivo de una noción de libertad que ignora los factores económicos y de clase que en realidad determinan al individuo.


Respuesta cuestión 1, Texto B

1.- Nietzsche, filósofo alemán (1844 -1900) irracionalista y vitalista, pone ante nuestros ojos la muerte de Dios como un hecho filosófico de singular trascendencia -"el mayor acontecimiento reciente" (línea 1)-, tanta que sostiene que su naturaleza y consecuencias están por revelarse aún en toda su magnitud: "el acontecimiento en sí es demasiado considerable ... para que ... se tome conciencia de lo que ha ocurrido realmente, y de todo lo que en adelante se ha de derrumbar ..." (líneas 7 - 8, 9, 10 - 11). El "acontecimiento" excede en tal medida la capacidad de comprensión de la masa que ésta no puede vislumbrar siquiera las consecuencias implicadas en un hecho de tal alcance, es algo "demasiado apartado de la capacidad conceptual de la inmensa mayoría" (líneas 8 - 9).

La "muerte de Dios" supone el fin de una determinada visión de la existencia, caracterizada por la afirmación de un falso sentido de la vida que el cristianismo ha cimentado en una trascendencia consoladora y falaz, una trascendencia ilusoria que traiciona el "sentido de la tierra", es decir, la inmanencia, el enraízamiento en el "aquí y ahora" que constituyen la única certeza posible para el hombre. Con el abandono de la visión cristiana del mundo, un proceso que había venido desarrollándose desde hace siglos, y que se manifiesta plenamente con la modernidad y la secularización de la cultura -siendo por tanto un fenómeno que se da en primer lugar en las élites intelectuales- se derrumban las falsas certezas que el hombre occidental ha construído en su neurótica huída de la realidad: la "verdad" científica, la "verdad" moral, etc. Con la "muerte de Dios" desaparecen, inevitablemente, los valores absolutos edificados por el idealismo.

Solo unos pocos han sido capaces de vislumbrar con lucidez la naturaleza del proceso: "Al menos, a unos pocos, dotados de una suspicacia bastante penetrante, de una mirada bastante sutil para este espectáculo, les parece efectivamente que acaba de ponerse un sol, que una antigua y arraigada confianza ha sido puesta en duda" (líneas 3 - 5). Esos "pocos" son los filófos que han de asumir el vacío que el derrumbe de las viejas creencias produce, y que, consecuentemente, han de asumir el nihilismo como inevitable punto de partida metodológico, un punto de partida y no de llegada pues Nietzsche no aboga por el nihilismo negativo, constatación de la decadencia de los inoperantes y estériles valores de la tradición judeocristiana, sino por un nihilismo positivo que despeje el panorama intelectual de todo dogmatismo para abrir camino a los nuevos valores que creará el superhombre al aplicar su voluntad de poder a una vida que afirme "el sentido de la tierra".

2.- Nietzsche diagnostica con su tesis sobre "la muerte de Dios" la caducidad de un modo de concebir la realidad que en el pasado ha supuesto la alienación del ser humano, reducido a la triste condición de bestia de carga que lleva sobre sí el peso de los valores supuestamente "más grandes que la vida". En su punto de mira está el pensamiento judeocristiano, que puede representar Agustín de Hipona (354 - 430), máximo representante de la Patrística y conspicuo ejemplo de ese carácter de "platonismo para el pueblo" que Nietzsche achaca al cristianismo: en vez de instalar al hombre en su realidad inmanente, el cristianismo pone su valor en un mundo trascendente que constituye su máxima aspiración. Ese mundo paralelo, esa evasiva "ilusión óptico-moral" desarraiga al sujeto de su mundo propio y le impide vivir plenamente. 

Así, Dios es pensado como una realidad infinita y eterna ajena a las limitaciones humanas, cumpliéndose el dictamen nitzscheano que recrimina a la filosofía y religión tradicionales el pensar mediante abstracciones y negar la realidad transformadora del tiempo, frente a la cual la afirmación de cualquier entidad "atemporal" le parece un sinsentido. 

Frente a la concepción trascendente de la realidad que propone Agustín, Nietzsche reclama la inmanencia de la existencia terrenal, espacio-temporal, como única realidad.

CUESTIÓN 2, Respuesta opción A:

La ética de Tomás de Aquino (1225 - 1274), filósofo y teólogo dominico italiano, máximo respresentante de la Escolástica, se asemeja a la de Aristóteles -autor cuya a cuya introducción en el pensamiento medieval dio un poderoso impulso- en el sentido de que es eudemonista (considera que el fin de la conducta humana es la felicidad) y teleológica (los hombres actúan proponiéndose fines y escogiendo los medios adecuados para conseguirlos).

La vida del hombre no se agota en la tierra, por lo que la felicidad no puede ser algo que se consiga exclusivamente en el mundo terrenal; puesto que el alma del hombre es inmortal, el fin último de las acciones de éste trasciende la vida terrestre y se dirige hacia la contemplación de la primera causa y principio del ser: Dios.

Santo Tomás añade que esta contemplación no la puede alcanzar el hombre por sus propias fuerzas, dada la desproporción entre su naturaleza y la naturaleza divina, por lo que requiere, de alguna manera, de la ayuda de Dios (la gracia), en forma de iluminación especial que permitirá al alma adquirir la capacidad necesaria para alcanzar la visión de Dios.

Sto. Tomás considera que todos los hombres tienen el deseo de contemplar a Dios, y es por esto que todos ellos poseen los elementos necesarios -las virtudes- para alcanzar ese fin. Las virtudes pueden ser de dos clases: morales, cuyo fin es escoger libremente en la vida sensible las conductas buenas, como son la prudencia, la fortaleza, la justicia y la templanza; e intelectuales, como el arte, la inteligencia, la ciencia y la sabiduría. A esas virtudes se añaden las virtudes sobrenaturales (llamadas también "teologales": fe, esperanza y caridad), cuyo fin es la unión con Dios.

El acto moral es un acto libre de la voluntad destinado a conseguir un bien. Un acto es moral (bueno o malo) si es deliberado. Será bueno si, siendo deliberado, está de acuerdo con el orden de la razón, es decir, si está en armonía con el fin último y, por tanto, contribuye a la realización de la esencia del hombre. Por el contrario, será malo, si no está de acuerdo con él.

Al reconocer el bien como el fin de la conducta del hombre, la razón descubre su primer principio: se ha de hacer el bien y evitar el mal. Este principio es la base de la Ley Moral Natural, es decir, el fundamento de toda conducta. De este principio derivan tres preceptos:

- Conservar la vida

- Transmitir la vida para garantizar la especie.

- Buscar el conocimiento de la verdad sobre Dios y vivir en sociedad.

La afirmación de que el hombre es el producto de la creación corresponde a la Ley Eterna.

De la ley natural emanan las Leyes Humanas Positivas, que son aceptadas si no contradicen la ley natural y rechazadas o consideradas injustas si la contradicen.


CUESTIÓN 3: Respuesta opción A

David Hume (1711 - 1776), filósofo empirista, historiador y diplomático escocés cuyo pensamiento resultará ser la influencia más determinante sobre el pensamiento de Kant, que le consideraba el “Newton de la filosofía” y que afirmaba que la lectura de su obra le había despertado del “sueño dogmático”, presenta una radicalización del empirismo británico que conduce directamente al escepticismo.

Hume engloba tanto la estimulación de los sentidos como las ideas del entendimiento bajo el concepto de “percepción”. Nuestro conocimiento está constituido por percepciones, de las cuales las inmediatas, representaciones actuales intensas y precisas, constituyen las “impresiones”, siendo las “ideas” copias débiles e imprecisas de aquellas. La mente conserva las ideas mediante la memoria y las combina mediante la imaginación, proceso que permite obtener ideas complejas a partir de las simples. Ese proceso ocurre merced a las leyes de la asociación: semejanza, contigüidad espacio-temporal o relación causa-efecto.

En su construcción de las ideas, sobre todo las compuestas, la conciencia tiende a generar supuestos y conceptos falsos, sin correlato real alguno, nociones como “causa” o “substancia” para las que no existe una sensación que les corresponda. Al demoler la noción metafísica de “substancia” Hume afirma que incluso el “yo”, tan caro al pensamiento cartesiano, revela su carácter de construcción, de pretendido núcleo inalterable de la personalidad que acaba por revelarse como falso. En cuanto a la idea de “causación”, es un añadido injustificado a lo que no es sino la constatación de una sucesión en el tiempo, sin que seamos capaces de percibir la conexión interna entre dos fenómenos.

El límite del conocimiento humano está establecido por las impresiones: una idea es verdadera cuando le corresponde una impresión sensible; si no se encuentra ninguna impresión que conecte una idea con una experiencia, entonces la idea es falsa. Este “principio de la copia” conlleva una consecuencia implacable para el conocimiento científico: deslegitima completamente su capacidad para establecer predicciones, dado que una impresión futura -meramente hipotética- no puede fundamentar un conocimiento presente. Cualquier predicción es, en definitiva, producto del hábito o la costumbre: esperamos que la realidad se comporte tal como en el pasado ha venido ocurriendo; solo que tal expectativa no es en propiedad un conocimiento legítimo, sino una creencia.

Un conocimiento basado en la experiencia no puede, además, ser universal y necesario, puesto que la experiencia es siempre concreta y particular. Dado que solo la asociación habitual entre ideas genera la creencia en la existencia de un mundo exterior uniforme y regular, la filosofía de Hume conduce a un escepticismo que no salva ya ninguna verdad absoluta, sino que manifiesta un profundo espíritu anti-dogmático.