viernes, 2 de mayo de 2025

MODELO DE RESPUESTA DEL EXAMEN DE HISTORIA DE LA FILOSOFÍA DEL 28 DE ABRIL, 2º BTO. "B"


INSTRUCCIONES GENERALES Y CALIFICACIÓN

Después de leer atentamente el examen, responda de la siguiente forma:

· Elija un texto entre A y B y responda a las preguntas que se le plantean abajo correspondientes al bloque 1

· Responda a una de las dos preguntas (A o B) del bloque 2 y del bloque 3


TEXTO  A:

La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreación, se manifiesta inmediatamente como una doble relación -de una parte, como una relación natural, y, de otra, como una relación social-; social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos, cualesquiera que sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se desprende que un determinado modo de producción o una determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación o una determinada fase social, modo de cooperación que es, a su vez, una «fuerza productiva»; que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por tanto, la «historia de la humanidad» debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio.

(Karl Marx: La ideología alemana, Introducción)

 

TEXTO B:

"El mayor acontecimiento reciente -que “Dios ha muerto”, que la creencia en el Dios cristiano ha caído en descrédito- empieza desde ahora a extender su sombra sobre Europa. Al menos, a unos pocos, dotados de una suspicacia bastante penetrante, de una mirada bastante sutil para este espectáculo, les parece efectivamente que acaba de ponerse un sol, que una antigua y arraigada confianza ha sido puesta en duda.

Nuestro viejo mundo debe parecerles cada día más crepuscular, más dudoso, más extraño, “más viejo”. Pero, en general, se puede decir que el acontecimiento en sí es demasiado considerable, demasiado lejano, demasiado apartado de la capacidad conceptual de la inmensa mayoría como para que se pueda pretender que ya ha llegado la noticia y, mucho menos aún, que se tome conciencia de lo que ha ocurrido realmente y de todo lo que en adelante se ha de derrumbar, una vez convertida en ruinas esta creencia por el hecho de haber estado fundada y construida sobre ella y, por así decirlo, enredado a ella".

(Friedrich NIETZSCHE: "La gaya ciencia", libro V, 343)


CUESTIONES:

1: Sobre el texto elegido (5 puntos)

1.- Identifique la tesis principal defendida en el texto propuesto.
2.- Mediante un pequeño texto justificativo ponga en diálogo con algún otro autor, autora o corriente filosófica perteneciente a la misma o a diferente época la cuestión discutida en el texto.

2: Responda solamente a una de las dos preguntas que se le plantean a continuación (2,5 puntos)

A: Exponga el problema de la ética y/o la moral en un autor, autora o corriente filosófica de la época medieval o antigua.

B: Exponga el problema de la política en un autor, autora o corriente filosófica de la época antigua

3: Responda solamente a una de las dos preguntas que se le plantean a continuación (2,5 puntos)

A: Exponga el problema de la realidad y/o el conocimiento en un autor, autora o corriente filosófica de la época moderna.

B: Exponga el problema de la ética y la moral en un autor, autora o corriente filosófica de la época moderna.


Respuesta cuestión 1, Texto A

1.- Karl Marx, filósofo alemán (1818 - 1882) cuyo pensamiento dialéctico de raíz hegeliana es conocido como "materialismo histórico", presenta en este texto su concepción de la realidad humana como un proceso indisociable de la actividad económica en que aquella hunde sus raíces: "... la «historia de la humanidad» debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio" (líneas 9 - 11).

La producción de la vida se manifiesta como una doble relación, natural y social, siendo esta última así porque implica la cooperación de diversos individuos (líneas 1 - 5). La procreación ha sido determinada por la naturaleza, mientras que el trabajo lleva al hombre a re-crearse a sí mismo a través de su acción transformadora de la realidad. El hombre es un ser productivo-transformador en su misma esencia, puesto que Marx lo concibe no tanto como un ser cognoscente ("homo sapiens"), al modo de la antropología tradicional, sino como un ser fabril que conforma el mundo y su propia realidad mediante el trabajo ("homo faber"). Su naturaleza hace del trabajo (la transformación de su entorno mediante la producción de bienes) la llave de su realización. El trabajo socializa al hombre, le aboca a la relación con otros hombres. De ahí que las condiciones socio-económicas de producción determinen nuestra configuración como seres.

El materialismo histórico concibe la sociedad como una realidad dinámica, determinada en su existencia por la naturaleza misma del hombre, y en sus particularidades concretas e históricas, por las relaciones de producción que se dan en su seno. La estructura social es reflejo de la estructura económica: "un determinado modo de producción o una determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación o una determinada fase social" (líneas 6 - 7). De ahí la necesidad de determinar en todo estadio del  desarrollo histórico-social una infraestructura material -las relaciones de producción que se dan entre los sujetos- que explica en última instancia toda superestructura observable. Según el modo de producción que se de en una sociedad ésta generará unas condiciones de existencia u otras: "la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social" (líneas 8 - 9). 

2.- Marx concibe al hombre como una realidad dinámica cuya autodeterminación se da en términos de actividad productiva, lo que, a través de la división del trabajo, creará desigualdades insolubles. Este conflicto es enmascarado por la superestructura social mediante la instrumentalización del aparato político-jurídico, el falso consuelo de una religión conformista con la injusticia -que funciona como “opio del pueblo”- y la complicidad de una filosofía que, instalada en el idealismo, evita encarar la realidad concreta para producir una ideología que falsifica la realidad.

Con su denuncia de la alienación económica del ser humano, ignorada por la filosofía precedente, Marx se sitúa en las antípodas del optimismo cartesiano. Descartes (1596 - 1650), filósofo racionalista francés, postula un humano plenamente consciente, dueño de sí y movido por ideas, no por fuerzas ciegas e inexorables, puesto que se define como pensamiento ("res cogitans") antes que como materia operativa ("res extensa").

En la filosofía de Descartes, el alma es una realidad auto-consciente, más conocida, más evidente y más cierta que el cuerpo. Posee ideas innatas y es inmortal. El cuerpo se explica totalmente por las leyes del movimiento, dado que es un mecanismo físico. El alma, espíritu puro, es en cuanto a realidad pasiva, entendimiento, y en cuanto a realidad activa, voluntad. De ello se sigue que el autor ignore todo el planteamiento materialista que va de Demócrito -una de las influencias reconocidas explícitamente por Marx- al materialismo de Marx y Engels, que se pretende "científico" frente al "socialismo utópico" que le ha precedido, al descubrir las leyes del devenir histórico. La acción es en Descartes casi un problema residual en su sistema, objeto de un mero enfoque ético, lo que reafirma el carácter evasivo de una noción de libertad que ignora los factores económicos y de clase que en realidad determinan al individuo.


Respuesta cuestión 1, Texto B

1.- Nietzsche, filósofo alemán (1844 -1900) irracionalista y vitalista, pone ante nuestros ojos la muerte de Dios como un hecho filosófico de singular trascendencia -"el mayor acontecimiento reciente" (línea 1)-, tanta que sostiene que su naturaleza y consecuencias están por revelarse aún en toda su magnitud: "el acontecimiento en sí es demasiado considerable ... para que ... se tome conciencia de lo que ha ocurrido realmente, y de todo lo que en adelante se ha de derrumbar ..." (líneas 7 - 8, 9, 10 - 11). El "acontecimiento" excede en tal medida la capacidad de comprensión de la masa que ésta no puede vislumbrar siquiera las consecuencias implicadas en un hecho de tal alcance, es algo "demasiado apartado de la capacidad conceptual de la inmensa mayoría" (líneas 8 - 9).

La "muerte de Dios" supone el fin de una determinada visión de la existencia, caracterizada por la afirmación de un falso sentido de la vida que el cristianismo ha cimentado en una trascendencia consoladora y falaz, una trascendencia ilusoria que traiciona el "sentido de la tierra", es decir, la inmanencia, el enraízamiento en el "aquí y ahora" que constituyen la única certeza posible para el hombre. Con el abandono de la visión cristiana del mundo, un proceso que había venido desarrollándose desde hace siglos, y que se manifiesta plenamente con la modernidad y la secularización de la cultura -siendo por tanto un fenómeno que se da en primer lugar en las élites intelectuales- se derrumban las falsas certezas que el hombre occidental ha construído en su neurótica huída de la realidad: la "verdad" científica, la "verdad" moral, etc. Con la "muerte de Dios" desaparecen, inevitablemente, los valores absolutos edificados por el idealismo.

Solo unos pocos han sido capaces de vislumbrar con lucidez la naturaleza del proceso: "Al menos, a unos pocos, dotados de una suspicacia bastante penetrante, de una mirada bastante sutil para este espectáculo, les parece efectivamente que acaba de ponerse un sol, que una antigua y arraigada confianza ha sido puesta en duda" (líneas 3 - 5). Esos "pocos" son los filófos que han de asumir el vacío que el derrumbe de las viejas creencias produce, y que, consecuentemente, han de asumir el nihilismo como inevitable punto de partida metodológico, un punto de partida y no de llegada pues Nietzsche no aboga por el nihilismo negativo, constatación de la decadencia de los inoperantes y estériles valores de la tradición judeocristiana, sino por un nihilismo positivo que despeje el panorama intelectual de todo dogmatismo para abrir camino a los nuevos valores que creará el superhombre al aplicar su voluntad de poder a una vida que afirme "el sentido de la tierra".

2.- Nietzsche diagnostica con su tesis sobre "la muerte de Dios" la caducidad de un modo de concebir la realidad que en el pasado ha supuesto la alienación del ser humano, reducido a la triste condición de bestia de carga que lleva sobre sí el peso de los valores supuestamente "más grandes que la vida". En su punto de mira está el pensamiento judeocristiano, que puede representar Agustín de Hipona (354 - 430), máximo representante de la Patrística y conspicuo ejemplo de ese carácter de "platonismo para el pueblo" que Nietzsche achaca al cristianismo: en vez de instalar al hombre en su realidad inmanente, el cristianismo pone su valor en un mundo trascendente que constituye su máxima aspiración. Ese mundo paralelo, esa evasiva "ilusión óptico-moral" desarraiga al sujeto de su mundo propio y le impide vivir plenamente. 

Así, Dios es pensado como una realidad infinita y eterna ajena a las limitaciones humanas, cumpliéndose el dictamen nitzscheano que recrimina a la filosofía y religión tradicionales el pensar mediante abstracciones y negar la realidad transformadora del tiempo, frente a la cual la afirmación de cualquier entidad "atemporal" le parece un sinsentido. 

Frente a la concepción trascendente de la realidad que propone Agustín, Nietzsche reclama la inmanencia de la existencia terrenal, espacio-temporal, como única realidad.

CUESTIÓN 2, Respuesta opción A:

La ética de Tomás de Aquino (1225 - 1274), filósofo y teólogo dominico italiano, máximo respresentante de la Escolástica, se asemeja a la de Aristóteles -autor cuya a cuya introducción en el pensamiento medieval dio un poderoso impulso- en el sentido de que es eudemonista (considera que el fin de la conducta humana es la felicidad) y teleológica (los hombres actúan proponiéndose fines y escogiendo los medios adecuados para conseguirlos).

La vida del hombre no se agota en la tierra, por lo que la felicidad no puede ser algo que se consiga exclusivamente en el mundo terrenal; puesto que el alma del hombre es inmortal, el fin último de las acciones de éste trasciende la vida terrestre y se dirige hacia la contemplación de la primera causa y principio del ser: Dios.

Santo Tomás añade que esta contemplación no la puede alcanzar el hombre por sus propias fuerzas, dada la desproporción entre su naturaleza y la naturaleza divina, por lo que requiere, de alguna manera, de la ayuda de Dios (la gracia), en forma de iluminación especial que permitirá al alma adquirir la capacidad necesaria para alcanzar la visión de Dios.

Sto. Tomás considera que todos los hombres tienen el deseo de contemplar a Dios, y es por esto que todos ellos poseen los elementos necesarios -las virtudes- para alcanzar ese fin. Las virtudes pueden ser de dos clases: morales, cuyo fin es escoger libremente en la vida sensible las conductas buenas, como son la prudencia, la fortaleza, la justicia y la templanza; e intelectuales, como el arte, la inteligencia, la ciencia y la sabiduría. A esas virtudes se añaden las virtudes sobrenaturales (llamadas también "teologales": fe, esperanza y caridad), cuyo fin es la unión con Dios.

El acto moral es un acto libre de la voluntad destinado a conseguir un bien. Un acto es moral (bueno o malo) si es deliberado. Será bueno si, siendo deliberado, está de acuerdo con el orden de la razón, es decir, si está en armonía con el fin último y, por tanto, contribuye a la realización de la esencia del hombre. Por el contrario, será malo, si no está de acuerdo con él.

Al reconocer el bien como el fin de la conducta del hombre, la razón descubre su primer principio: se ha de hacer el bien y evitar el mal. Este principio es la base de la Ley Moral Natural, es decir, el fundamento de toda conducta. De este principio derivan tres preceptos:

- Conservar la vida

- Transmitir la vida para garantizar la especie.

- Buscar el conocimiento de la verdad sobre Dios y vivir en sociedad.

La afirmación de que el hombre es el producto de la creación corresponde a la Ley Eterna.

De la ley natural emanan las Leyes Humanas Positivas, que son aceptadas si no contradicen la ley natural y rechazadas o consideradas injustas si la contradicen.


CUESTIÓN 3: Respuesta opción A

David Hume (1711 - 1776), filósofo empirista, historiador y diplomático escocés cuyo pensamiento resultará ser la influencia más determinante sobre el pensamiento de Kant, que le consideraba el “Newton de la filosofía” y que afirmaba que la lectura de su obra le había despertado del “sueño dogmático”, presenta una radicalización del empirismo británico que conduce directamente al escepticismo.

Hume engloba tanto la estimulación de los sentidos como las ideas del entendimiento bajo el concepto de “percepción”. Nuestro conocimiento está constituido por percepciones, de las cuales las inmediatas, representaciones actuales intensas y precisas, constituyen las “impresiones”, siendo las “ideas” copias débiles e imprecisas de aquellas. La mente conserva las ideas mediante la memoria y las combina mediante la imaginación, proceso que permite obtener ideas complejas a partir de las simples. Ese proceso ocurre merced a las leyes de la asociación: semejanza, contigüidad espacio-temporal o relación causa-efecto.

En su construcción de las ideas, sobre todo las compuestas, la conciencia tiende a generar supuestos y conceptos falsos, sin correlato real alguno, nociones como “causa” o “substancia” para las que no existe una sensación que les corresponda. Al demoler la noción metafísica de “substancia” Hume afirma que incluso el “yo”, tan caro al pensamiento cartesiano, revela su carácter de construcción, de pretendido núcleo inalterable de la personalidad que acaba por revelarse como falso. En cuanto a la idea de “causación”, es un añadido injustificado a lo que no es sino la constatación de una sucesión en el tiempo, sin que seamos capaces de percibir la conexión interna entre dos fenómenos.

El límite del conocimiento humano está establecido por las impresiones: una idea es verdadera cuando le corresponde una impresión sensible; si no se encuentra ninguna impresión que conecte una idea con una experiencia, entonces la idea es falsa. Este “principio de la copia” conlleva una consecuencia implacable para el conocimiento científico: deslegitima completamente su capacidad para establecer predicciones, dado que una impresión futura -meramente hipotética- no puede fundamentar un conocimiento presente. Cualquier predicción es, en definitiva, producto del hábito o la costumbre: esperamos que la realidad se comporte tal como en el pasado ha venido ocurriendo; solo que tal expectativa no es en propiedad un conocimiento legítimo, sino una creencia.

Un conocimiento basado en la experiencia no puede, además, ser universal y necesario, puesto que la experiencia es siempre concreta y particular. Dado que solo la asociación habitual entre ideas genera la creencia en la existencia de un mundo exterior uniforme y regular, la filosofía de Hume conduce a un escepticismo que no salva ya ninguna verdad absoluta, sino que manifiesta un profundo espíritu anti-dogmático.

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