INSTRUCCIONES GENERALES Y CALIFICACIÓN
Después de leer atentamente el examen, responda de la siguiente forma:
· Elija un texto entre A y B y responda a las preguntas que se le plantean abajo correspondientes al bloque 1
· Responda a una de las dos preguntas (A o B) del bloque 2 y del bloque 3
TEXTO A:
La conciencia de la necesidad de entablar relaciones con los individuos circundantes es el comienzo de la conciencia de que el hombre vive, en general, dentro de una sociedad. Este comienzo es algo tan animal como la propia vida social en esta fase: es simplemente, una conciencia gregaria y, en este punto, el hombre sólo se distingue del carnero por cuanto su conciencia sustituye al instinto o es el suyo un instinto consciente. Esta conciencia gregaria o tribual se desarrolla y perfecciona después, al aumentar la producción, al acrecentarse las necesidades y al multiplicarse la población, que es el factor sobre que descansan los dos anteriores. De este modo se desarrolla la división del trabajo (...) Con la división del trabajo, que lleva implícitas todas estas contradicciones y que descansa, a su vez, sobre la división natural del trabajo en el seno de la familia y en la división de la sociedad en diversas familias contrapuestas, se da, al mismo tiempo, la distribución y, concretamente, la distribución desigual, tanto cuantitativa como cualitativamente, del trabajo y de sus productos; es decir, la propiedad.
(Karl Marx: La ideología alemana, Introducción)
TEXTO B:
En cuanto a esta actitud, “el hombre contra el mundo”, el hombre como principio “negador del mundo”, el hombre como medida de valor de las cosas, como juez del universo que llega a poner la vida misma en el platillo de su balanza y la calcula demasiado liviana; pues bien, hemos tomado conciencia del prodigioso mal gusto que supone toda esta actitud y nos repugna. Por eso nos reímos en cuanto vemos al “hombre y al mundo”, puestos uno al lado del otro, separados por la sublime pretensión de la partícula “y”. Pero, ¿qué sucede? Al reírnos, ¿no habremos dado un paso de más en el desprecio del hombre y, por consiguiente, también en el pesimismo, en el desprecio de la existencia que nos es cognoscible? ¿No habríamos caído por ello mismo en la sospecha de una contradicción, de la contradicción entre este mundo donde hasta ahora teníamos la sensación de estar en casa con nuestras veneraciones – veneraciones en virtud de las cuales tal vez soportábamos la vida–, y un mundo que no es otro que nosotros mismos? Habríamos caído, así, en la sospecha inexorable, extrema, definitiva respecto a nosotros mismos; sospecha que ejerce de forma cada vez más cruel su dominio sobre los europeos y que podría fácilmente poner a las generaciones futuras ante esta espantosa alternativa: “¡O suprimen sus veneraciones, o se suprimen ustedes mismos!”
(Friedrich Nietzsche: La gaya ciencia, libro 5º, 346)
CUESTIONES:
1: Sobre el texto elegido (5 puntos)
1.- Identifique la tesis principal defendida en el texto propuesto.
2.- Mediante un pequeño texto justificativo ponga en diálogo con algún otro autor, autora o corriente filosófica perteneciente a la misma o a diferente época la cuestión discutida en el texto.
Respuesta cuestión 1, Texto A
La tesis de Marx parte de una consideración de orden antropológico: el hombre es un ser social. Esa sociabilidad es inevitable, connatural a nuestra condición, y genera una de las formas más inmediatas de conciencia, de representación de nuestra propia situación: “La conciencia de la necesidad de entablar relaciones … es el comienzo de la conciencia de que el hombre vive … dentro de una sociedad” (líneas 1 - 2). Marx califica esta sociabilidad de “animal” (línea 3), vinculándola a lo biológico presente en nosotros. No obstante, puntualiza que la sociabilidad es en el animal un mero componente de su instinto, mientras que en nosotros es algo explícito: “… el hombre sólo se distingue del carnero por cuanto su conciencia sustituye al instinto, o es el suyo un instinto consciente” (líneas 4 - 5).
Rousseau concibe el Estado como libre asociación que gestiona la voluntad común de los ciudadanos, reelaborando la teoría contractualista a la que ya habían apuntado las investigaciones de Hobbes y Locke en el mundo anglosajón: el Estado nace de un pacto de asociación (no de sumisión) entre iguales, basado en una “voluntad general” donde todos ganan, una visión conciliadora e ideal que Marx rechazaría por ingenua. El Estado, en la teoría marxista, es una instancia opresora instrumentalizada por la clase capitalista, fuente de alienación y que la sociedad sin clases surgida de la revolución proletaria eliminará, al ser ya innecesario.
El ser humano, “medida del valor de las cosas” (línea 2) como quería Protágoras, no es solo un ser que ha sobreestimado su propio valor, sino que desvalorizado una realidad de la que interesadamente se excluye, convirtiéndose en “negador del mundo” (líneas 1 - 2), enemigo del único espacio-tiempo que puede habitar, juez cuya sentencia condena una vida que considera “demasiado liviana” (línea 3). Esta condena no puede sino provocar rechazo en un espíritu libre: “… hemos tomado conciencia del prodigioso mal gusto que supone toda esta actitud, y nos repugna” (líneas 4 - 5).
La ficticia separación entre hombre y mundo -sobre la que Nietzsche ironiza al considerar la inmensa carga semántica depositada sobre la conjunción “y” (línea 6)- es ridícula en su pretenciosidad. Pero, a la vez, su refutación puede conducir, por un camino opuesto al denunciado -pero igual de implacable-, a la desvalorización del hombre. “¿No habríamos caído por ello mismo en la sospecha de una contradicción, de la contradicción entre este mundo donde hasta ahora teníamos la sensación de estar en casa con nuestras veneraciones …, y un mundo que no es otro que nosotros mismos?” (líneas 9 - 12). El hombre, tanto si niega la realidad, transfigurándola mediante sus creencias -esas “veneraciones en virtud de las cuales soportábamos la vida” (líneas 11 - 12)-, como si secunda sus impulsos escépticos, acaba por parecer risible, pero con una risa que al final se nos hiela: aumentar -ficticiamente- nuestro valor a costa del mundo, o aumentar el valor del mundo a costa de minusvalorarnos son dos modos de proceder que, al final, nos abocan a idéntico pesimismo.
Tomás de Aquino (1225 - 1274), filósofo y teólogo dominico italiano, máximo respresentante de la Escolástica, que volvió a poner en boga el pensamiento de Aristóteles en occidente, presenta una noción de Dios como instancia explicativa del mundo y del orden que constatamos empíricamente en él. Dios es el creador, la Causa Primera, puesto que todo lo que existe ha sido creado por él y es él el que mantiene su existencia. Es un ser necesario, eterno e inmutable, que lo conoce y lo puede todo. Representa la perfección absoluta y es autosuficiente: no depende, en ningún caso de la Creación, sino que toda la Creación es la imagen de Dios. En la Creación aparecen movimientos o cambios, que proporcionan a los entes la capacidad de perfeccionarse, adquiriendo o perdiendo propiedades. Estos cambios pueden ser sustanciales (afectan a las características esenciales) o accidentales (no afectan a las características esenciales).
Sto. Tomás afirma que es posible la demostración de la existencia de Dios a través de la experiencia sensible, a posteriori. Para ello, se pueden escoger dos caminos: uno negativo, que trata de la exclusión de aquello que no se le puede atribuir (Teología negativa); o uno afirmativo, que consiste en atribuir a Dios las características positivas del hombre.
Para llegar a conocer la existencia de Dios tenemos que recurrir a unas pruebas racionales llamadas Vías, que son argumentos cosmológicos puesto que parten del mundo sensible y van hacia Dios. Son demostraciones a posteriori.
Todas las vías tienen un esquema argumentativo similar:
- El punto de partida es un dato real de experiencia sensible del mundo físico, el efecto.
- En un segundo momento, se aplica el principio de Causalidad (todo efecto tiene una causa y esta debe tener tanta realidad o más que el efecto para producirlo).
- En el tercer momento se niega la posibilidad de que estas causas lleguen al infinito.
- Por último, se concluye en la necesidad de la existencia de un ser supremo.
Las cinco vías son:
1. Vía del movimiento. Parte de la observación de la existencia de movimiento y termina afirmando la existencia de Dios como Motor Inmóvil.
2. Vía de la causalidad. Parte de la existencia de causas en el mundo y concluye en la existencia de una Causa Incausada.
3. Vía de la contingencia. Parte de la contingencia del mundo para llegar a la existencia de un ser Necesario.
4. Vía de los grados de perfección. Parte de la existencia de diferentes grados de perfección en las cosas de este mundo y termina proponiendo la existencia de un ser perfectísimo como causa última.
5. Vía teleológica o finalista. Desde el orden del mundo (todos los seres, incluso los irracionales, actúan por un fin) hasta la inteligencia suprema ordenadora.
Según Sto. Tomás, conocemos las características divinas mediante la analogía: el hombre es análogo a Dios, semejante, pero en distinta proporción.
“El hombre es algo que debe ser superado”, proclama el Zaratustra de Nietzsche. El hombre es ese ser que, asustado ante el torbellino de su propia vida (abocada a ser una continua superación de sí mismo), necesitó acudir a "otros mundos", y, por encima de todo, a Dios , y condenar este mundo como apariencia y tristeza, que necesitó la guía de un ser divino para que le dijera lo que estaba bien y mal y lo que tenía que hacer en la vida. El hombre ha acabado por ser pura renuncia, pura negación de sí mismo y de su vitalidad, pura neurosis que se niega a admitir su deseo.
No siempre fue así, pues en la Grecia pre-socrática los hombres habían expresado la realidad de la existencia a través de la creación estética, articulada por medio de la oposición entre lo dionisíaco (lo desbordante e indiferenciado), y lo apolíneo (la medida y el orden), cuya unificación se daba en la tragedia. Esas dos categorías estéticas se personifican en el hombre intuitivo, “héroe desbordante de alegría”, y en el hombre racional, abocado a la desdicha.
Ese segundo tipo de hombre es el que aparece con el socratismo, con su predominio de lo conceptual y lo intelectual, que encubren un rechazo de la vida que la filosofía de Platón consagra al postular un mundo ilusorio -que califica de “mundo verdadero”- frente al mundo empírico.
El hombre tiene que ser superado, y lo será por el superhombre. Todos nosotros estamos en camino de ello, no somos más que "un puente hacia el superhombre".
El superhombre es el sucesor del hombre, cuyas limitaciones morales supera, renunciando a sueños e ilusiones ultraterrenas para afirmar “el sentido de la tierra”. Sabe que su vida es lo único que tiene en el mundo, y está dispuesto a vivirla por sí misma, sin necesidad de que tenga sentido. No necesita recurrir a instancias superiores que le orienten y le encaucen la vida, le diferencien el bien del mal (moral cristiana), lo verdadero de lo falso (ciencia) ni lo real de lo aparente (metafísica), sino que está dispuesto a enfrentarse a su propia vida cara a cara, y sin pedir explicaciones a nada ni a nadie. El superhombre vive en un mundo libre como nunca lo conoció la cultura de Occidente: un mundo donde se ha restaurado la inocencia del devenir, y que está, por tanto, más allá del bien y del mal.