lunes, 2 de enero de 2023

EL PROBLEMA DE LA ÉTICA EN WITTGENSTEIN

Como consecuencia de considerar los problemas filosóficos como el resultado de malentendidos lingüísticos, el “Tractatus logico-philosophicus” (1921) de Ludwig Wittgenstein (1889 – 1951) presenta la ética como algo que no puede ser dicho, sino solo nombrado. Los enunciados mediante los que se formula la ética son proposiciones de valor: pretenden expresar el sentido del mundo. Pero las proposiciones no están para expresar lo “más alto” (“Todas las proposiciones valen lo mismo”), sino los hechos. Si una proposición no se refiere a un hecho, carece de sentido. La ética (como la estética, con la que el autor la identifica) es - en el sentido kantiano- trascendental, se halla fuera del límite del mundo, en el ámbito de lo místico, que, por definición, es inefable. La ética aparece como condición del mundo sin llegar a constituir una realidad dentro o fuera de él.

Así pues, nada me puede dar sentido… por definición. Y aquí es donde la confusión lingüística ha hecho estragos en la vida humana. Nada me puede dar sentido porque yo soy quien tiene que dar sentido. El sujeto pensante no puede buscar un sentido: el valor no está “ahí fuera”, y de hecho las cosas no “tienen valor”… soy yo quien atribuye valor a las cosas

La actitud de Wittgenstein ante el problema del sentido de la vida revela una tensión interna, así como una complejidad desconocidas para el positivismo: “sentimos que aún cuando todas las posibles cuestiones científicas hayan recibido respuesta, nuestros problemas vitales todavía no se han aclarado en lo más mínimo”. Por supuesto que entonces ya no queda pregunta alguna, y esto es, precisamente, la respuesta: “La solución del problema de la vida se aprecia en la desaparición de ese problema”.

La posterior “Conferencia sobre ética” (1929) continúa esta argumentación que sitúa la ética fuera de los límites del lenguaje. La ética, en la medida en que intenta establecer el sentido último de la vida, no puede ser una ciencia, no añade nada, en ningún sentido, a nuestro conocimiento del mundo. De un modo análogo a cómo Kant deslegitima la metafísica, pero reconociendo en ella una “disposición natural del espíritu humano”, Wittgenstein reconoce en la ética una tendencia humana poco menos que inevitable (y que “por nada del mundo ridiculizaría”, añade).

En esta conferencia Wittgenstein propone la metáfora de la taza de té. Esta no podrá contener más de lo que permite su capacidad, por mucho que nos empeñemos. Así también, las proposiciones tienen su propia capacidad, y el intento de meter en ellas más de lo que pueden acoger está destinado al fracaso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario