La teoría del discurso ... cuenta con la intersubjetividad de orden superior que representan procesos de entendimiento que se efectúan en la forma institucionalizada de deliberaciones en las corporaciones parlamentarias o en la red de comunicación de los espacios públicos políticos. Estas comunicaciones exentas de sujeto, o que no cabe atribuir a ningún sujeto global, constituyen campos en los que puede tener lugar una formación más o menos racional de la opinión y la voluntad acerca de temas relevantes para la sociedad global y de materias necesitadas de regulación. La formación informal de la opinión desemboca en decisiones electorales institucionalizadas y en resoluciones legislativas por las que el poder generado comunicativamente se transforma en un poder empleable en términos administrativos.
(Jürgen HABERMAS: Tres modelos normativos de democracia)
El texto que se nos presenta muestra cómo la inserción de un discurso bidireccional que implica a los principales actores del juego político (estado y ciudadanos) enriquece y da sentido a un proceso comunicativo que renueva el concepto de democracia participativa: "La teoría del discurso ... cuenta con la intersubjetividad de orden superior que representan procesos de entendimiento que se efectúan ... en las corporaciones parlamentarias o en la red de comunicación de los espacios públicos políticos" (líneas 1-4).
Al concepto discursivo de la democracia le corresponde, la imagen de una sociedad descentralizada que, mediante la emergencia del espacio público, se convierte en una plataforma diferenciada para la percepción, identificación y deliberación de los problemas de la sociedad en su conjunto. El requisito que el autor establece para que ese poder comunicativo ejerza su influencia es la institucionalización que le da a la vez `presencia y eficacia: "(esos procesos) se efectúan en la forma institucionalizada de deliberaciones" (líneas 2-3).
La racionalidad de la propuesta de Habermas opera a la vez como un proceso impersonal -o, al amenos, exento de sujeto personal (línea 4)- y como un retorno, no tanto nostálgico como esencialista, a la dimensión asamblearia e implicadora de la democracia originaria, que el autor busca conciliar con la dimensión burocrática de las modernas social-democracias: "el poder generado comunicativamente se transforma en un poder empleable en términos administrativos" (9 -10).
Al final, la política deliberativa, encauzada por procedimientos formales en las redes del espacio público político, conecta el mundo de la vida con un sistema que, sin ella, quedaría desconectado de la realidad a la que tiene que servir.
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