lunes, 2 de enero de 2023

EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO EN WITTGENSTEIN

El pensamiento de Ludwig Wittgenstein (1889 - 1951) se construye en torno a las posibilidades del lenguaje y de la lógica para sostener una visión del mundo. La tesis central del “Tractatus logico-philosophicus” es la de que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. La obra analiza el lenguaje y la manera en que éste representa la realidad. La relación que se da entre los elementos del lenguaje es análoga a la que se da entre los hechos del mundo: mundo, lenguaje y pensamiento comparten una forma lógica que permiten a ésta construir figuras acerca de aquél. Las proposiciones del lenguaje, dotadas de sentido (verdad y falsedad) tienen significación en la medida en que los hechos del mundo las respaldan. Por ello, solo la ciencia es legítima para construir proposiciones con sentido, algo de lo que inevitablemente queda excluida la filosofía (y “de lo que no se puede hablar es mejor callar”).

La filosofía solo puede ser entendida a partir de la distinción entre “decir” y “mostrar”. La lógica, en concreto, se “muestra” en las proposiciones con sentido, pero no es “dicha” por ninguna de ellas. Es por ello una realidad transcendental: la forma lógica del pensamiento no puede expresarse, señalando un límite del mundo que no puede pensarse ni, en consecuencia, expresarse. Wittgenstein identifica este límite del mundo con lo místico. La tarea de la filosofía es, precisamente, llegar hasta los casos límites del lenguaje, donde ya no hablamos del mundo pero, sin embargo, sí queda mostrado lo inexpresable. Este es el caso de las tautologías, las contradicciones y, en general, las proposiciones propias de la lógica.

“El objetivo de la filosofía es la clarificación lógica de los pensamientos”, afirma Wittgenstein en el “Tractatus”. La filosofía no constituye una teoría (una representación de hechos del mundo), sino una actividad que aclara los enunciados del lenguaje, denunciando el uso abusivo del mismo en casos, por ejemplo, como el de la metafísica, cuyas afirmaciones solo sostienen una apariencia de sentido a causa del error de no haber asignado un significado a ciertos signos. En definitiva, “todo lo que la filosofía puede hacer es destruir ídolos”, tomando este término en el sentido que le asignaba Bacon. 

La ética, lo que sea bueno o valioso, no cambia nada los hechos del mundo; el valor debe residir fuera del mundo, en el ámbito de lo místico. De lo místico no se puede hablar, pero una y otra vez se muestra en cada uno de los hechos que experimentamos. Esta conclusión es la que lleva a Wittgenstein a considerar lo más valioso del “Tractatus” justamente lo que excluye de su análisis (“Mi libro -escribe- delimita por dentro lo ético”).

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