miércoles, 3 de noviembre de 2021

TOMÁS DE AQUINO: MODELO DE EXAMEN DE SELECTIVIDAD 2021


"Cuando se demuestra la causa por el efecto, es imprescindible emplear el efecto como definición de la causa, y esto sucede particularmente cuando se trata de Dios. La razón es porque en este caso, para probar la existencia de alguna cosa, es preciso tomar como medio “lo que su nombre significa” y no “lo que es”, ya que antes de preguntar “qué es” una cosa, primero hay que averiguar “si existe”. Pues bien, los nombres que damos a Dios los tomamos de sus efectos, y, por tanto, para demostrar la existencia de Dios por sus efectos, podemos tomar como medio el significado de la palabra “Dios”".

(TOMÁS DE AQUINO, Summa Teológica, Primera Parte, cuestión 2, art. 2)

CUESTIONES:

1).- Exponer las ideas fundamentales del texto y las relaciones existentes entre ellas.

2).- Explicar el problema de Dios en un autor o corriente filosófica que pertenezca a la época contemporánea.

3).- Explicar el problema ético en una autor o corriente filosófica que pertenezca a la época moderna.

4).- Explicar el tratamiento del problema de Dios en un autor o corriente filosófica que pertenezca a la época contemporánea.


CUESTIÓN 1:

El texto propuesto presenta la distinción que hace Santo Tomás (1225-1274, filósofo empirista, máximo representante de la escolástica) entre “esencia” y “existencia” (o “acto de Ser”), y en la que cifra la posibilidad de proceder a una demostración concluyente de la existencia de Dios. Dicha demostración habrá de ser “a posteriori” (esto es, tal como se afirma en la línea 1, aquella en que "se demuestra la causa por el efecto”), única opción plausible para un planteamiento empirista, que es el que Santo Tomás hereda de Aristóteles. En consecuencia, es el efecto que produce el que nos sirve para caracterizar a aquello que lo causa: lo que mueve, por ejemplo, es motor, y en esa medida, Dios, creador del mundo, puede ser conocido no por su esencia, de modo directo, sino por su obra, que a Él remite (“… esto sucede particularmente cuando se trata de Dios.”, línea 2).

Una demostración “a posteriori” invierte, por tanto, el orden del Ser, en el que la causa precede al efecto, para operar desde el orden del conocer, en el que lo primero captado es el efecto, desde el que nos remontamos en el tiempo para encontrar la causa que lo explica.

Los seres creados están compuestos de esencia y existencia, que se relacionan entre sí como la potencia y el acto. Ahora bien, la existencia en acto no se deduce inmediatamente de su esencia en lo que a ellos atañe (tal circunstancia sólo se da en Dios, ser necesario que no puede dejar de existir). Los seres creados son realidades contingentes. Por otra parte, no hay un acceso inmediato a la esencia de Dios, desconocida para el hombre, por lo que cuanto de El sabemos (su omniscencia, omnipotencia, providencia, etc.) se deducen de su Creación. Dado que la esencia de Dios (lo que es) es inabarcable para el entendimiento humano, es precisamente la afirmación de su existencia lo que se deriva de un razonamiento adecuado, que sabemos que Sto. Tomás -adelantándonos a lo que el párrafo anuncia- desarrolla en cinco argumentos o Vías.

Finalmente, el nombre de algo, o mas bien, “lo que su nombre significa” (línea 4) es, en principio, expresivo de una esencia (o, al menos, de lo que de una esencia es accesible a nuestro entendimiento, puesto que ya queda dicho que la esencia de Dios es inabarcable para el hombre). Es este hecho el que lleva a Santo Tomás a señalar que en un razonamiento encaminado a probar la realidad de Dios es necesario presuponer algún significado al modo en que lo designamos: “para demostrar la existencia de Dios por sus efectos, podemos tomar como medio el significado de la palabra “Dios” (líneas 7 - 8). Es por esta razón que las Vías concluyen afirmando de la primera causa que explica un orden de fenómenos (movimiento, causalidad eficiente, etc.) no que tal causa es Dios, sino que a esa causa llamamos Dios, según la fórmula "quod omnes dicunt Deum".


CUESTIÓN 2:

El texto comentado, perteneciente a la ´”Summa Theologiae”, responde al esfuerzo tomista por mostrar la esencial compatibilidad entre fe y razón en lo referente a una serie de cuestiones tan esenciales como la existencia de Dios que, no siendo evidente para el entendimiento de modo inmediato, sí resulta accesible al mismo mediante cinco razonamientos “a posteriori”, sus famosas “Vías”, todas las cuales parten de un hecho de la experiencia (el movimiento, la causalidad eficiente, la existencia de seres contingentes, los grados de perfección y el orden del mundo), remontándose luego a la causa originaria que lo ha producido, que identifica con Dios, caracterizado, pues, como primer motor, causa incausada, ser necesario, ser perfectísimo y gobernador del mundo.

La demostración de la existencia de Dios abre el camino a la resolución del problema de la creación, que Santo Tomás explica recurriendo a la distinción entre esencia y existencia (que toma del pensamiento árabe, en concreto, de Avicena): el único ser cuya esencia incluye la perfección de existir es Dios; el resto de los seres “participan de la existencia” por donación del Creador, que los hace pasar de la simple posibilidad (esencia) a la existencia real.

Este acceso puramente racional a un orden de verdades constitutivas de una “teología natural” manifiesta la importancia que Santo Tomás concede a lo que llama “preámbulos de la fe”, cuestiones de índole intelectiva que muestran que la fe es conciliable con la razón (en sí misma la creencia es suprarracional, pero nunca irracional). Estos “preámbulos de la fe” son un ámbito intermedio de verdades reveladas que, sin embargo, pueden ser demostradas racionalmente. Con ello Santo Tomás establece una mediación entre la filosofía y la teología, tan confusamente entremezcladas en el pensamiento cristiano que le precede. Santo Tomás considera que el terreno filosófico es el ámbito de las verdades racionales, en el que toda argumentación debe basarse en el principio de razón suficiente. Por encima de él está el dominio de las verdades teológicas, reveladas a quienes gozan del don de la fe. En este ámbito es todavía el principio de autoridad el que funda la verdad de un argumento. Sin embargo, el mérito de Santo Tomás es el de establecer la autonomía del saber filosófico, terreno en el cual vuelve los ojos al pensamiento de Aristóteles, del cual es el gran valedor en el mundo cristiano.

El hombre es una sustancia hilemórfica compuesta por una materia, que es el cuerpo, y una forma subsistente que es el alma racional. Esta es capaz de conocimiento en la medida en que, mediante un proceso de abstracción, el entendimiento agente puede “despojar” de lo material a los objetos percibidos por los sentidos, quedándose con su forma universal, por lo que conocemos esencias en la medida en que el entendimiento paciente puede “reconocer” lo universal que hay en cada objeto concreto.

La ética en Santo Tomás sigue también a Aristóteles al afirmar la felicidad como bien supremo del hombre, si bien a la propuesta aristotélica de lograr ese fin mediante una vida acorde con nuestra naturaleza racional -lo que se traduce en la práctica de las virtudes intelectuales-, Santo Tomás añade la idea de que sólo la contemplación de Dios colma al hombre, por lo que sin el concurso de las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), éste no puede alcanzar su fin sobrenatural.

Finalmente, el concepto de ley natural vertebra la teoría política de Santo Tomás. Si el hombre es un ser sociable deberá buscar la felicidad dentro de la sociedad, pero ésta necesita una ley positiva que concrete los preceptos genéricos de la ley natural, con la que no puede entrar en conflicto so pena de perder su legitimidad.


CUESTIÓN 3:

Descartes (1596 - 1650, filósofo racionalista francés) buscará deducir de su método, al igual que una ontología, una moral, culmen de su sistema, proyecto que su muerte frustró (la “Ética demostrada al modo geométrico” de Spinoza puede leerse como una posible concreción de ese proyecto). No obstante, plantea la necesidad de atenernos a una moral provisional mientras el entendimiento sea presa de la duda, moral conformista y voluntarista cuya finalidad es vivir del mejor modo posible hasta la concreción de su moral definitiva, y cuyos enunciados expone en la Tercera Parte del "Discurso del Método": 1º)"Obedecer las leyes y costumbres de mi país"; 2º) "ser tan fuerte y tan resuelto en mis acciones como pueda"; 3º) "Vencerme antes a mí que a la fortuna y cambiar mis deseos antes que el orden del mundo" y 4º) "emplear toda mi vida en cultivar mi razón y avanzar cuanto pueda en el conocimiento de la verdad".

La moral definitiva no fue redactada jamás. Los esbozos de lo que iba a ser, en los que laten ciertas resonancias de los estoicos, están contenidos en una serie de cartas. Parece ser que contendrían tres preceptos, que prácticamente se corresponden con los tres últimos de la moral provisional: 1º) "El hombre tiene que intentar utilizar siempre su razón en la contemplación de la verdad"; 2º)"Tener una firme y constante resolución de ejecutar todo cuanto la razón aconseje, sin que las pasiones ni los apetitos nos desvíen de ello" y 3º) "No desear lo imposible, y no arrepentirse de los propios errores".


CUESTIÓN 4:

Dios es para Nietzsche (1844-1900, filósofo vitalista e irracionalista alemán) el concepto que sintetiza y fundamenta la suma de los valores de una tradición cultural que, negando la vida, ha conducido al vacío moral y existencial en que consiste, esencialmente, el “nihilismo”. La expresión “Dios ha muerto” viene a diagnosticar, por tanto, el fracaso de todo un modo de simbolizar la realidad. Bien es cierto que la expresión no es de nuevo cuño, había aparecido ya en un contexto religioso en Ekhardt, Lutero y Hegel para significar la pérdida de la visión cristiana de la existencia, es decir, el proceso de secularización de la cultura.

Este abandono es patente en la sustitución progresiva de la idea de Dios como sentido del mundo, garante del orden moral, respaldo de la autoridad establecida, etc. por ideas como la razón (la Diosa Razón de la Francia revolucionaria), el progreso, etc.

Dios representa una determinada ontología, un modo de concebir la realidad que niega “el sentido de la tierra” y sitúa las expectativas humanas en un plano ilusorio, soporte de una moral de renuncia y de negación de la realidad espacio-temporal. Dios es “el vampiro de la vida”. Su eliminación supone el fin de los valores absolutos, y abre la posibilidad de una transformación radical del horizonte humano. La “muerte de Dios” significa una crítica radical de la religión, la moral y la metafísica, y la liberación del hombre de una carga abrumadora que ha gravitado sobre él desde que el cristianismo consagrara el dualismo platónico mundo aparente-mundo “verdadero”, inventando un trasmundo ideal (una ilusión “óptico-moral”) para desvalorizar el mundo terreno, lo que hace del cristianismo una especie de “platonismo para el pueblo”.

El cristianismo, en la radical visión de Nietzsche, supone una negación de la vitalidad, del instinto y del goce, estigmatizado como “pecado”. Significó el fin del mundo antiguo y aniquiló las formas y valores más nobles de la vida, convirtiendo toda verdad en mentira.



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