miércoles, 3 de noviembre de 2021

EL PROBLEMA ÉTICO EN SAN AGUSTÍN

La ética agustiniana, aunque inspirada directamente por los ideales morales del cristianismo, aceptará elementos procedentes del platonismo y del estoicismo. Así, compartirá con ellos la conquista de la felicidad como el objetivo o fin último de la conducta humana; este fin será inalcanzable en esta vida, dado el carácter trascendente de la naturaleza humana, dotada de un alma inmortal, por lo que sólo podrá ser alcanzado mediante el amor que impulsa al hombre hacia Dios.

Los principales temas morales de San Agustín son la libertad y el mal.

La libertad es una de las características con las que Dios ha creado al hombre, que de esta forma puede elegir entre el bien y el mal. Dios sabe con antelación cual va a ser el resultado de la vida de cada ser humano, pero respeta las decisiones de los hombres.

El libre albedrío es la capacidad de decidir pero teniendo en cuenta que, desde el pecado original, está orientada al mal. El hombre solo puede vencer esta orientación al mal con el auxilio de la gracia que le otorgan los sacramentos.

Para San Agustín el mal no es una forma de ser, sino su privación; no es algo positivo, sino negativo: carencia de ser, no-ser. Todo lo creado es bueno, ya que el ser y el bien se identifican. Con ello supera su inicial identificación con el maniqueísmo, para el que el bien y el mal son principios absolutos concebidos como entidades en pie de igualdad, y cuya lucha eterna dinamizaría el universo, algo que rechazaba en base a su fe en un Dios perfecto y bondadoso, que quiere que el hombre acepte y siga el bien que su Providencia dicta, pero que respeta la libertad humana de rechazar su plan.

Es justamente la necesidad de una alternativa al bien que el hombre puede libremente elegir lo que exige la existencia de un mal moral, del que aquél es el único responsable.

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