domingo, 13 de noviembre de 2022

EL PROBLEMA DE DIOS EN HUME

Tanto Locke como Berkeley habían afirmado la existencia de Dios desde el principio de causalidad. Naturalmente, Hume lo niega: de Dios no tenemos ninguna impresión, y, por lo tanto, no podemos afirmar su existencia. Tampoco hay nexo casual entre impresión alguna y un supuesto Dios, que está más allá de nuestra capacidad perceptiva. La pregunta que hay que hacerse es: ¿De dónde viene la noción de Dios? Locke contestaba diciendo que del mundo exterior, lo cual es inadmisible en Hume, puesto que no puedo afirmar la existencia de una realidad objetiva distinta de mis impresiones. La respuesta de Berkeley que, de forma análoga al cartesianismo, dice que proviene de Dios mismo no merece ser tenida en cuenta, puesto que parte de dar por supuesto aquello mismo que debe ser demostrado.

Hume establece que, puesto que no tenemos más conocimiento verdadero que el que describe nuestras impresiones, es infundado ir más allá de ellas y afirmar como verdadero algo que es meramente hipotético e indemostrable. El límite de nuestro conocimiento son las impresiones. Sabemos que las tenemos, pero nada más; no sabemos de dónde vienen. Un escepticismo tan radical como el de Hume, que disuelve toda noción metafísica ("causa", "substancia", "yo", ...) no puede detenerse tampoco ante Dios, convertido en una pseudo-idea, una ficción.

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