domingo, 13 de noviembre de 2022

LA ÉTICA EN HUME

La bondad o maldad de las acciones humanas no puede basarse, según Hume, en la razón, sino que se fundamenta en los sentimientos, lo que le conduce a la formulación de una ética emotivista, consecuente con su crítica tanto a los conceptos metafísicos como a la llamada "falacia naturalista" (definir lo bueno -lo que "debe ser"- partiendo de lo que "es").

Si el conocimiento es sólo de hechos, los juicios morales no tienen sentido, pues, ¿qué impresiones de bondad o maldad tenemos? Es obvio que existe una aprobación o desaprobación espontánea frente a determinadas acciones, pero esa reacción inmediata no es fruto de un análisis especulativo de las mismas, sino que constituye una respuesta emocional, algo de índole afectivo.

Para que exista un juicio moral se precisa algo más que la información que la razón nos aporta, y ese "algo más" es el sentimiento. Los juicios de aprobación o reprobación -bueno o malo- que formula nuestra naturaleza son juicios de hechos particulares y, por lo tanto, no son necesarios, como ocurriría en el caso de que derivaran de la razón. No obstante Hume afirma, contra el peligro del mero subjetivismo ético, la existencia de un sentimiento moral universal, que produce espontánea aceptación o rechazo de la conducta, con lo que su ética entronca con el utilitarismo. El sentimiento social más determinante de nuestros juicios será la empatía, la capacidad de sentirnos afectados por las emociones del otro. Desarrollando este enfoque ético y antropológico de Hume, cabe concluir que, a nivel humano, el mal es la insensibilidad.

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