La satisfacción de esta necesidad básica conduce a nuevas
necesidades, y esta creación de nuevas necesidades constituye el primer hecho
histórico. Finalmente, los hombres que renuevan diariamente su propia vida
comienzan al mismo tiempo a crear a otros hombres, a procrear.
Estos tres aspectos de la actividad social no deben
considerarse como fases o “momentos” distintos, sino que han existido desde el
principio, y todavía hoy siguen rigiendo la historia.
La producción de la vida se manifiesta como una doble relación,
natural y social, siendo esta última así porque por ella se entiende la
cooperación de diversos individuos.
Según Marx, en Alemania no se puede escribir este tipo de
historia porque los alemanes carecen no solo de la capacidad de concepción y
del material necesarios, sino también de la “certeza adquirida” a través de los
sentidos. El hombre también tiene conciencia, y es pura. El espíritu está “preñado”
de materia que se manifiesta bajo la forma del lenguaje, naciendo éste de la
necesidad. Podemos decir por tanto que la conciencia es un producto social. Los
hombres se comportan de un modo puramente animal, siendo por tanto esta una
conciencia puramente animal de la naturaleza (religión natural), hallándose
determinados por la forma social y viceversa. La necesidad de entablar
relciones con los individuos es el comienzo de la conciencia de que el hombre
vive dentro de una sociedad. Desde ese instante puede ya la conciencia
imaginarse realmente que es algo más y algo distinto que la conciencia de la práctica,
que representa algo sin representar algo real. Estos tres momentos (la fuerza
productora, el estado social y la conciencia) pueden y deben necesariamente
entrar en contradicción.
Con la división del trabajo se da la distribución desigual,
tanto cualitativa como cuantitativamente del trabajo y de sus productos. La
esclavitud es la primera forma de propiedad. La división del trabajo lleva
aparejada la contradicción entre el interés de un individuo concreto o una
determinada familia y el interés común de todos los individuos relacionados
entre sí. La división del trabajo nos brinda el primer ejemplo de cómo,
mientras los hombres viven en una sociedad natural, mientras se da una separación
entre el interés particular y el interés común, mientras las actividades, por
consiguiente, no aparecen divididas voluntariamente, sino por modo natural, los
actos propios del hombre se erigen ante él en un poder ajeno y hostil, que lo
sojuzga, en vez de ser él quien los domine.
De donde se desprende que todas las luchas que se libran
dentro del Estado no son sino las formas ilusorias bajo las que se ventilan las
luchas reales entre las diversas clases. Precisamente porque los individuos sólo
buscan su interés particular, se hace valer esto ante su representación como
algo “ajeno” a ellos e “independiente” de ellos, como un interés “general” a la
vez especial y particular.
Por otra parte, la lucha práctica de estos intereses
particulares impone como algo necesario la interposición práctica y el
refrenamiento por el interés “general” ilusorio o bajo la forma del Estado.
Para que se convierta en un poder contra el que hay que sublevarse, es
necesario que engendre a una masa de la humanidad como absolutamente “desposeída”,
y en contradicción con un mundo existente de riquezas y de cultura, lo que
presupone un gran incremento de la forma productiva y un alto grado de su
desarrollo. Sin esto, el comunismo solo llegaría a existir como fenómeno local;
las mismas potencias del intercambio no podrían desarrollarse como potencias
universales y, por tanto, insoportables, sino que seguirían siendo simples “circunstancias”
supersticiosas de puertas para adentro, y toda ampliación de intercambio acabaría
con el consumo local.
El comunismo solo puede darse como la acción “coincidente” o
simultánea de los pueblos dominantes, lo que supone el desarrollo universal de
las fuerzas productivas y el intercambio universal que lleva aparejado.
Para nosotros, el comunismo es el movimiento real que supera
y anula el estado de cosas actual. Por tanto, el comunismo solo puede llegar a
cobrar realidad como existencia histórico-universal, es decir, existencia de
los individuos directamente vinculada a la historia universal. La sociedad
civil abarca la totalidad del intercambio material de los individuos y del
intercambio comercial e industrial, de manera que trasciende los límites del
Estado y de la nación.
(Resumen realizado por Laura Gallego)
(Resumen realizado por Laura Gallego)
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