viernes, 30 de diciembre de 2022

EL PROYECTO FILOSÓFICO DE ORTEGA

La formación que Ortega recibió en sus primeros años de estudios universitarios en España fue realista. La formación en Alemania, donde amplía estudios, idealista: sus años en Marburgo, donde fue discípulo del neokantiano Cohen le proporcionaron un profundo conocimiento de Kant, una rigurosa disciplina intelectual y una “inmersión” en el idealismo. Pronto reaccionó para llegar a posiciones propias. Su postura fue de oposición-superación de ambas actitudes en favor de un especial vitalismo.

El realismo pone la verdad en las cosas, el idealismo en el “yo”. Ortega afirma que las “cosas” sin el “yo” y el “yo” sin las “cosas” carecen de sentido. La verdadera realidad es la del “yo con las cosas”: yo, haciendo algo con las cosas, es decir, viviendo. Por eso, insiste Ortega, la realidad radical es la vida humana. “Radical” no quiere decir única ni más importante, sino justamente “raíz”, soporte, fundamento, aquella realidad en que radican o arraigan todas las demás realidades.

Así lo ha expresado él mismo: “La vida humana es una realidad extraña, de la cual lo primero que conviene decir es que es la realidad radical, que a ella tenemos que remitir todas las demás, ya que las demás realidades, efectivas o presuntas, tienen, de uno u otro modo, que aparecer en ella”.

Se entiende así que el proyecto filosófico de Ortega sea el de comprender la realidad desde la vida, decidiéndose a dejar fuera toda idea, interpretación dada o doctrina para ser fiel a lo que se ve: la filosofía consistirá en las posibles nuevas maneras de mirar las cosas.

Al intentar de veras mirar, Ortega se encuentra con que mirar es interpretar, que el activo ver humano es interpretación -y no un mero caos informe-, y por eso hay mundo.

Ya en su temprana obra “Meditaciones del Quijote” (1914) Ortega afirma una tesis fundamental: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. La realidad circundante “forma la otra mitad de mi persona”, y la reconciliación con la circunstancia (“circum-stantia”) es el destino concreto del hombre.

Unir “cosa” a “cosa” y todo a nosotros, esa es la propuesta de Ortega.

En la misma obra aparece también la idea de que la perspectiva es un componente constitutivo de la realidad. La realidad no puede ser contemplada sino desde el punto de vista de cada cual: “La realidad, precisamente por serlo y hallarse fuera de nuestras mentes individuales, sólo puede llegar a éstas multiplicándose en mil caras o haces”.

Para Ortega el problema (el tema) de nuestro tiempo es el de “reducir la razón pura a razón vital”. Piensa Ortega que la razón había venido entendiéndose como un órgano inmutable dirigido a la captación de la inmutable esencia de las cosas. De esta manera la realidad cambiante de la vida se escapa a la razón. Por el contrario, la razón vital es capaz de aprehender la realidad temporal de la vida. La razón vital es “una y misma cosa con vivir”.

La vida misma es razón vital porque vivir es no tener más remedio que razonar ante la inexorable circunstancia. El hombre no puede vivir más que eligiendo, decidiendo a cada instante, superponiendo sus proyectos sobre la circunstancia para convertirla en mundo y hacerse a sí mismo. Necesita saber a qué atenerse, pensar, razonar, … Esto es lo que Ortega llama “razón vital”.

Al aplicar esa razón vital se encuentra con que es la vida misma la que da razón, la que, al poner una cosa en su perspectiva, insertarla en su contexto y hacerla funcionar en él, la hace inteligible. La vida es, por tanto, el órgano mismo de la comprensión. Sólo cuando la vida misma funciona como razón conseguimos entender algo humano.

Pero el horizonte de la vida humana es histórico. El hombre está definido por el momento que le ha tocado vivir. Además, lo que el hombre ha sido es un componente esencial de lo que es. La vida, que funciona como razón, es en su misma esencia historia, y la historia interviene en todo acto de intelección vital. La razón vital es constitutivamente razón histórica: “Nada humano se entiende si no es contando una historia. La razón vital es narrativa”.

Y esto es así porque Ortega entiende que nuestra vida nos es dada, pero no hecha, sino por hacer: tenemos que elegir a cada instante qué vamos a hacer, quién vamos a ser. Nuestra vida es un proyecto inacabado.

En consonancia con otros historicistas europeos -como Dilthey-, Ortega afirma que el hombre es historia, es lo que se va haciendo en el despliegue de su vida.

El hombre debe proyectar su vida; sólo que, aún tratándose de la vida humana concreta e individual, al individuo “le pasan los otros”, que vivir es convivir; que mi circunstancia, tanto como naturaleza es sociedad, y por eso la razón es histórica, y la realidad humana es, a la vez, “el hombre y la gente”.

Es por ello también por lo que podría decirse que, en Ortega, al hacerse la vida historia la razón vital se convierte en razón histórica, acaso con una cierta diferencia: que mientras la razón vital tiene su mejor cumplimiento en el plano individual, la razón histórica, además de ese plano individual, trasciende al plano colectivo y social, hacia la dimensión de la comunidad.

Una panorámica general de la obra de Ortega permite distinguir dos etapas en la trayectoria de su pensamiento:

- Hasta los primeros años de la década de 1930, etapa dominada por el proyecto de construcción de un raciovitalismo y por el tema de la vida como realidad radical.

- La segunda etapa muestra un progresivo desplazamiento de su interés hacia la razón histórica, y hacia los temas más específicamente ligados a su concepción de la historia: la idea de las “generaciones”, las crisis históricas, la problemática de la técnica, etc., para culminar a una cierta distancia del vitalismo inicial, con el intento de construir una historia como sistema.

Tengamos presente, no obstante, que esta división es solo orientativa, y que, pese a lo expuesto, “vida” e “historia” son ambos temas de constante presencia e importancia máxima en la obra de Ortega.

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