- Sí, sin duda, Sócrates.
- Porque antes que hayamos comenzado a ver, oír, y hacer uso de todos los demás sentidos, es preciso que hayamos tenido conocimiento de esta igualdad inteligible, para comparar con ella las cosas sensibles iguales; y para ver que ellas tienden todas a ser semejantes a esta igualdad, pero que son inferiores a la misma.
- Es una consecuencia necesaria de lo que se ha dicho, Sócrates.
- Pero, ¿no es cierto que, desde el instante en que hemos nacido, hemos visto, hemos oído, y hemos hecho uso de todos los demás sentidos?
- Muy cierto.
- Es preciso, entonces, que antes de este tiempo hayamos tenido conocimiento de la igualdad.
- Sin duda.
- Por consiguiente, es absolutamente necesario, que lo hayamos tenido antes de nuestro nacimiento.
- Así me parece.
(PLATÓN: "FEDÓN")
- Exponer las ideas fundamentales del texto propuesto y la relación que existe entre ellas.
El
presente texto Platón sostiene la tesis de que nuestro conocimiento de
conceptos como la igualdad, que aplicamos a nuestra percepción del mundo
sensible, proviene de la preexistencia de un alma eterna: “Es
preciso … que antes de este tiempo (la
existencia mortal) hayamos tenido conocimiento de la igualdad” (líneas 13-14).
El fragmento
sintetiza el segundo argumento mediante el cual el filósofo pretende demostrar
la inmortalidad del alma: el hecho de que nociones intelectuales que no
derivamos de la experiencia provienen del saber que el alma tenía en su
existencia anterior en el mundo de las Ideas.
Como
viene siendo el recurso estilístico habitual en Platón, la obra “Fedón”, de la
que procede el texto analizado, está escrita en forma de diálogo, presentando a
Sócrates conversando con algunos de sus discípulos, en lo que supone una
brillante recreación literaria del método dialéctico que permite a Platón poner
sus propias doctrinas en boca de su maestro.
El
fragmento comienza considerando que la proyección del concepto “igualdad” a los
objetos que percibimos como iguales solo puede hacerse en la medida en que
nuestra razón posee dicho concepto -el de una igualdad "a priori", ideal y arquetípica, respecto
a la cual toda semejanza aprehendida en los objetos materiales es “de rango
inferior” (líneas 2-3 y 8)- previamente a percibir las formas del mundo material,
puesto que esta noción no es de suyo de naturaleza sensible, sino intelectual: “…
antes que hayamos comenzado a ver, oír, y hacer uso de todos los demás
sentidos, es preciso que hayamos tenido conocimiento de esta igualdad
inteligible” (líneas 5-6).
Dado
que los sentidos funcionan solo como órganos vinculados a nuestra condición
corporal, material (“¿no es cierto que, desde el instante en que hemos nacido,
hemos visto, hemos oído, y hemos hecho uso de todos los demás sentidos?, líneas
10-11), toda noción no derivada de la experiencia sensible necesariamente debe proceder
del ámbito de lo inteligible, de lo ideal, por lo que constituye un
conocimiento propio del alma, de nuestra parte espiritual e inmortal, carente
de comienzo e increada, un saber que forzosamente hemos de haber recuperado, a
modo de reminiscencia, de la sabiduría que poseía nuestra alma antes de
encarnarse: “… es absolutamente necesario, que (este conocimiento) lo hayamos
tenido antes de nuestro nacimiento” (líneas 16-17).
Con ello
Platón nos remite a su creencia en una mundo inteligible, eterno e inmutable,
del cual el mundo sensible es una mera copia o reflejo, puesto que, siendo
transitorio y mutable, no nos proporciona verdadero conocimiento, sino, si
acaso, permite al alma acceder al recuerdo de las ideas sobre las que está
modelado.
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