domingo, 3 de octubre de 2021

EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO EN ARISTÓTELES

Aristóteles, frente al concepto platónico de que los objetos del mundo físico “copian” un modelo preexistente y trascendente, la Idea o Universal, afirma que el proceso es el inverso: nuestro entendimiento conoce lo particular y concreto antes que lo universal y abstracto. No existe nada en la mente que antes no haya estado en los sentidos, por lo que los conceptos son el resultado de un proceso inductivo de abstracción, y no el inmutable punto de partida. El conocimiento es, de hecho, el proceso mediante el cual la mente puede captar la “forma” (cualidades esenciales) de las cosas, abstrayéndola de la “materia”.

El alma racional no puede pensar nada al margen de las representaciones que le facilitan los sentidos. Es por ello que la sensación es la base de un conocimiento cuyo proceso se da en orden ascendente, implicando tanto al “sentido común” -que capacita al alma para captar lo que un solo sentido no puede, como el movimiento-, como a la imaginación, mediante la cual las percepciones sensoriales dan lugar a imágenes o representaciones mentales que son como la “huella” que dejan los objetos en nosotros sin que sea necesaria su presencia física.

El entendimiento, facultad racional exclusiva del hombre, interviene en el proceso tanto en su dimensión paciente -que recibe las imágenes de los objetos materiales, físicos-, como en su dimensión agente o activa, que abstrae de lo particular el universal que en él se encontraba en potencia (de ahí que el entendimiento paciente o pasivo también sea calificado por Aristóteles de “potencial” y el entendimiento agente de “actual”). Los conceptos o universales son, en consecuencia, construidos por comparación entre lo que de común tienen diversas realidades particulares.

Se construye así la verdad inductiva de la ciencia (“conocimiento cierto por las causas”), cuyo complemento es el carácter demostrativo del silogismo científico, razonamiento deductivo en el que la verdad de las conclusiones está garantizada por la verdad de las premisas de las que se parte.

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