domingo, 3 de octubre de 2021

ARISTÓTELES: 2 MODELOS ALTERNATIVOS DE COMENTARIO DE UN MISMO TEXTO

- “Si el hombre es infinitamente más sociable que las abejas y que todos los demás animales que viven en grey, es evidentemente, como he dicho muchas veces, porque la naturaleza no hace nada en vano. Pues bien, ella concede la palabra al hombre exclusivamente. Es verdad que la voz puede realmente expresar la alegría y el dolor, y así no les falta a los demás animales, porque su organización les permite sentir estas dos afecciones y comunicárselas entre sí; pero la palabra ha sido concedida para expresar el bien y el mal, y, por consiguiente, lo justo y lo injusto, y el hombre tiene esto de especial entre todos los animales: que sólo él percibe el bien y el mal, lo justo y lo injusto, y todos los sentimientos del mismo orden cuya asociación constituye precisamente la familia y el Estado.”

(ARISTÓTELES, Política, Libro I, capítulo 1)

 (1er modelo):

El texto que se nos propone presenta el argumento mediante el cual Aristóteles muestra que la humana es la especie constitutivamente más sociable de cuantas existen; el de que la naturaleza, que “no hace nada en vano” (línea 3), le haya dotado de palabra: “... ella concede la palabra al hombre exclusivamente.” (líneas 3 - 4).

El argumento que conduce a esta afirmación parte de la comparación entre la finalidad a la que sirve la voz en los animales y a la que sirve en el hombre. La voz en el animal es la exteriorización de sensaciones -como alegría y dolor- de quienes “su organización les permite sentir estas dos afecciones y comunicárselas entre sí” (líneas 5 - 6).

La comunicación sonora del animal se ajusta a la inmediatez del instinto, es la expresión de un alma sensitiva capaz de apetencias, deseos, percepción sensible y movimiento local, pero restringida a tales operaciones. Frente a esta limitación, el lenguaje articulado humano, cuyo alta-voz es la palabra pronunciada, es el soporte fonético de un pensamiento abstracto capaz de operar con símbolos y conceptos, y de reflexionar acerca de la realidad, operando a niveles de los que el animal está inevitablemente excluido: “... la palabra ha sido concedida para expresar el bien y el mal, y, por consiguiente, lo justo y lo injusto...” (líneas 6 - 7).

La palabra no solo expresa sensaciones, como la voz del irracional, sino también sentimientos y valores, por lo que su capacidad comunicativa desborda la estrechez de aquélla; puede contener un mundo de experiencias e ideas de una riqueza abrumadora, y admite matices, precisiones y funciones que van mucho más allá de la primaria expresividad del animal.

Es, de hecho, su capacidad de contener y transmitir valores lo que posibilita que la palabra sea el mecanismo mediante el cual se establezcan las transacciones comunicativas que dan pie al orden civil y político: “El hombre tiene esto de especial entre todos los animales, que solo él percibe ... todos los sentimientos ... cuya asociación constituye precisamente la familia y el Estado” (líneas 7 - 10). El lenguaje aporta a la razón (logos-palabra) el poder ser compartida, su dimensión trascendente, es la manifestación del pensamiento, y, por tanto, del alma racional exclusiva del hombre.


(2º modelo):

Aristóteles muestra en el presente texto la condición de animal social por antonomasia del hombre mediante el argumento de que solo a él le ha sido otorgado un lenguaje simbólico: “... la naturaleza ... concede la palabra al hombre exclusivamente.” (líneas 2 - 4).

El autor parte de la comparación entre el hombre y otros animales gregarios, frente a los que le singulariza su capacidad lingüística. La naturaleza, “que no hace nada en vano” (línea 3), ha dado a los animales irracionales voz, pero al hombre palabra. La voz es expresión de sensaciones, por lo que manifiesta aquellas pasiones que son propias de un alma sensitiva, capaz de apetencias, deseos y percepciones: “... la voz puede expresar realmente la alegría y el dolor, y así no les falta a los demás animales, ya que su organización les permite sentir estas dos afecciones y comunicárselas entre sí;” (líneas 4 - 6). En cambio, la palabra es vehículo de toda una compleja actividad intelectual de la que solo es capaz el alma racional, pudiendo expresar tanto sentimientos como conceptos, juicios y valores. Son éstos últimos los que Aristóteles singulariza para oponerlos a la simplicidad de las sensaciones: “...la palabra ha sido concedida para expresar el bien y el mal, y por consiguiente, lo justo y lo injusto ...” (líneas 6 - 7).

Siendo los valores morales específicos de una existencia humana esencialmente social, el ámbito de lo humano queda definido frente a la mera naturaleza, ajena a la complejidad de la ética: “... sólo él (el hombre) percibe el bien y el mal, lo justo y lo injusto, y todos los sentimientos del mismo orden cuya asociación constituye precisamente la familia y el Estado.” (líneas 8 - 10).

De alguna manera, el texto viene a reformular la contraposición “Physis”/”Nomos” propia del pensamiento de la época clásica, pero ya no desde lo que tienen estas dos realidades de ámbito de la necesidad y de la convencionalidad, como ocurría entre los sofistas, sino desde la expresión de lo que en el irracional es la inmediatez de su vivencia instintiva y en el hombre comunicación de una actividad intelectual capaz de la más elaborada abstracción.

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