domingo, 3 de octubre de 2021

EL PROBLEMA DE DIOS EN ARISTÓTELES

Aristóteles integra en su sistema empirista una noción puramente racional de Dios que sirve como instancia explicativa del mundo, como Causa Primera que cancela la posibilidad de diluir en una regresión infinita la explicación última del Cosmos. Desarrolla esta noción, bajo dos aspectos distintos, pero complementarios, en el libro VIII de la Física (desde el punto de vista del movimiento) y en el libro XII de la Metafísica (desde el punto de vista de la substancia).

Desde el punto de vista de la física el Universo nos remite a un Primer Motor Inmóvil, origen del movimiento de todo el Universo. La argumentación parte del principio de causalidad, que aplicado al movimiento puede formularse así: “Todo lo que se mueve es movido por otro”. Partiendo de esta evidencia, Aristóteles asciende hasta considerar que sin un primer motor como causa eficiente de la cadena causal que hace del Universo algo dinámico no existiría movimiento alguno. El primer motor comunica un movimiento que no ha recibido de causa eficiente alguna, por lo cual es inmóvil.

Desde el punto de vista de la metafísica, Aristóteles parte del razonamiento que establece que si toda sustancia fuese corruptible, ninguna habría podido llegar a ser, por lo que nada existiría (lo contingente alguna vez no fue). Además, nada se mueve de la potencia al acto sino por un ser en acto. Por tanto, el principio que explica la serie de generaciones de entes corruptibles no puede ser un ser corruptible, sino un ente atemporal sin composición de potencia, el Acto Puro o Dios.

¿De qué modo puede mover el Primer Motor permaneciendo absolutamente inmóvil? ¿Hay algo capaz de mover sin moverse a sí mismo? Aristóteles responde señalando como tales los objetos del deseo y de la inteligencia. El objeto del apetito es lo bello y lo bueno, que atraen el deseo sin moverse a sí mismos. De este tipo es también la causalidad ejercida por el Acto Puro, análoga al modo en que el objeto del amor mueve al amante.

En conclusión, la noción aristotélica de Dios (que luego retomará Tomás de Aquino en sus tres primeras Vías) es la de una realidad singular, Primer Motor y Acto Puro, carente de potencialidad, materia o extensión; indivisible, impasible e inalterable.

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