domingo, 3 de octubre de 2021

ARISTÓTELES: MODELO DE EXAMEN DE SELECTIVIDAD

- “… el Estado procede siempre de la naturaleza, lo mismo que las primeras asociaciones, cuyo fin último es aquél; porque la naturaleza de una cosa es precisamente su fin, y lo que es cada uno de los seres cuando ha alcanzado su completo desenvolvimiento, se dice que es su naturaleza propia, ya se trate de un hombre, de un caballo, o de una familia. Puede añadirse, que este destino y este fin de los seres es para los mismos el primero de los bienes, y bastarse a sí mismo es a la vez un fin y una felicidad. De donde se concluye evidentemente que el Estado es un hecho natural, que el hombre es un ser naturalmente sociable, y que el que vive fuera de la sociedad por organización y no por efecto del azar, es ciertamente, o un ser degradado, o un ser superior a la especie humana” .

(ARISTÓTELES: Política, Libro I, capítulo 1)

CUESTIONES:

1).- Exponer las ideas fundamentales del texto y la relación que existe entre ellas.

2).- Explicar el problema de la sociedad en un autor o corriente filosófica de la época antigua.

3).- Explicar el tratamiento del problema del conocimiento en un autor o corriente filosófica de la época moderna

4).- Explicar el problema del hombre en un autor o corriente filosófica de la época contemporánea.


CUESTIÓN 1:

Encontramos en este texto la idea aristotélica de que el Estado es una forma de asociación connatural al hombre, y que la misma esencia del ser humano conlleva implícita la necesidad de aquél: “… el estado procede siempre de la naturaleza” (línea 1), idea que se reafirma más adelante: “… el Estado es un hecho natural” (línea 7).

Esta reformulación de la tesis central del texto obedece a que el autor pone especial empeño en presentar los argumentos que desembocan en ella, puesto que si al comienzo del párrafo encontramos una referencia a “las primeras asociaciones cuyo fin último es aquél (la satisfacción de las necesidades primarias y materiales del hombre)” (líneas 1 - 2), es decir, la casa, la familia y la aldea, formas de agrupación que son las que genéticamente conducen a la "polis", la parte más extensa del mismo pormenoriza los supuestos en que se basa esta tesis:

1).- la naturaleza se identifica como “acto” o fin de las capacidades inscritas en cada ser (líneas 2 - 4), por lo que no es tanto un punto de partida como el resultado de un desenvolvimiento.

2).- el fin y el bien coinciden: lo que constituye la perfección de un ente es para él el Bien supremo: “… este destino y este fin de los seres es para los mismos el primero de los bienes, …” (líneas 5 - 6).

3).- el bien supremo del hombre, al cual se subordina toda asociación, es la felicidad, bien perfecto, definitivo y suficiente por sí mismo: “… bastarse a sí mismo es a la vez un fin y una felicidad” (línea 6).

Esa es justamente la posibilidad que brinda la “polis” a cada hombre: la de alcanzar su propia plenitud en su vida ciudadana. La ciudad es el “hábitat” propio del hombre, único en el que cabe el ejercicio de la virtud y la consecución de la felicidad, puesto que el hombre es un ente social, el animal político que para realizarse en plenitud necesita pertenecer a una comunidad: “… el hombre es un ser naturalmente sociable” (líneas 7 - 8).

Concluye el párrafo con la consideración de que el hombre solitario se halla de espaldas a la naturaleza, excluído de una perfección que nunca puede conseguir en el asilamiento, ya que solo puede vivir en soledad lo infrahumano (las bestias) o lo suprahumano (los dioses): “… el que vive fuera de la sociedad … es, ciertamente, o un ser degradado, o un ser superior a la especie humana” (líneas 8 - 9).


CUESTIÓN 2:

Aristóteles (384-322 a.C.) considera al hombre como el animal social por naturaleza. Su hábitat propio es la ciudad, donde puede desarrollar sus capacidades y se halla sometido a la justicia y a la ley. Solo en la comunidad política encuentra el hombre el bien, la felicidad que es su plena realización. Una manifestación de ese hombre social o político es la palabra, que frente a lo limitado de la manifestación sonora del animal, que solo acierta a expresar sensaciones, puede ser vehículo de sentimientos, ideas, conceptos, valores y juicios.

La auténtica misión y tarea del Estado es la de crear las condiciones para que se de una vida buena y perfecta: tiene que satisfacer las necesidades primarias y materiales de los ciudadanos, permitiendoles la vida buena que posibilita la felicidad. Respecto a la estructura del Estado admite como válidas todas las formas que sirven al bien común, ya sea que gobierne uno, una minoría o el pueblo, por lo que valora como positivas tanto la monarquía como la aristocracia y la democracia, en que el gobierno de la virtud es substituido por la ley supraindividual, pero advierte que las tres pueden corromperse para dar lugar, respectivamente, a la tiranía, la oligarquía y la demagogia, en que el bien común se ve supeditado a los intereses egoístas y manipuladore de particulares.

De forma análoga a cómo considera la virtud como término medio entre dos extremos, Aristóteles propone que una amplia clase media es el ideal de estabilidad de la ciudad, puesto que el exceso de ricos lleva a la ambición y el de pobres a la inestabilidad y a las revoluciones.

La felicidad, que es el fin del Estado, solo es alcanzable para los ciudadanos libres (guerreros, sacerdotes y magistrados), lo cual excluye a los esclavos y a las mujeres, así como a artesanos, labradores y mercaderes, puesto que los afanes con que han de ganarse la vida les imposibilitan el mínimo de ocio y despreocupación que requiere la vida intelectual y contemplativa, única que conduce a la felicidad. De este modo, Aristóteles defiende los intereses de la clase aristocrática que quiere mantenerse como élite privilegiada.


CUESTIÓN 3:

Kant retoma el problema sobre los límites del conocimiento, que en el siglo que le precede se había polarizado entre racionalistas (primacía de la razón) y empiristas (primacía de la experiencia), llegando a una solución intermedia, el idealismo transcendental o crítico, según el cual el conocimiento es determinado por el sujeto, que impone las categorías de la razón a los datos sensibles. Por ello su pensamiento da respuesta al principal problema que planteaba el cartesianismo, cuyo sentido crítico radicaliza: según Kant ya no conocemos esencias, sino apariencias, convirtiéndose las substancias del sistema cartesiano (“res cogitans”, “res extensa” y “res infinita”) en “ideas de la razón” (alma, mundo y Dios).

Kant distingue entre lo que constituye la “materia” del conocimiento (las impresiones proporcionadas por los sentidos) de la “forma” (estructuras “a priori” presentes en nuestra mente que configuran el conocimiento). Al ser nuestro conocimiento una síntesis de ambas, ya no podemos considerar que conozcamos las cosas en sí mismas (“noúmenos”), sino que tan solo conocemos las apariencias (“fenómenos”) que se someten a las propias leyes. Con ello Kant es consciente de realizar un “giro copernicano” respecto al conocimiento, al culminar la orientación subjetivista que se inicia con Descartes.

Al fundarse el conocimiento humano en la experiencia, se plantea Kant el problema de cómo puede legitimarse la metafísica, cuyo carácter científico queda en entredicho. Las leyes científicas son “juicios sintéticos a priori”, es decir, juicios que se refieren a la experiencia y que se formulan como universales y necesarios. ¿Cómo son posibles estos juicios? Son posibles si admitimos que el caos de sensaciones que recibimos es organizado por las formas puras “a priori” presentes en nuestra mente: el espacio y el tiempo (en la sensibilidad) y las categorías (en el entendimiento). El producto de esta síntesis es el conocimiento de los fenómenos de la realidad, como el aportado por las matemáticas y la física.

La última y mas elevada facultad de la mente es la razón, que vincula los conceptos del entendimiento a ideas, conceptos racionales necesarios cuyo contenido no puede ser dado por los sentidos.


CUESTIÓN 4:

Marx concibe al hombre como un ser productivo-transformador ("homo faber") en su misma esencia. Su naturaleza hace del trabajo (la transformación de su entorno mediante la producción de bienes) la llave de su realización. El trabajo socializa al hombre, le aboca a la relación con otros hombres. De ahí que las condiciones socio-económicas de producción determinen nuestra configuración como seres: "el ser social determina la conciencia".

Pero la actividad productiva se ve determinada por los intereses de quienes someten el trabajo al afán de lucro, lo que lleva a unos pocos, poseedores de los medios de producción, a someter a la gran mayoría que aporta la fuerza de trabajo. El capitalismo muestra este proceso llevado a su máxima expresión: solo en la medida en que existe una diferencia entre la riqueza que el trabajador produce y la retribución que obtiene por ella se da un margen -o “plus valía”- de beneficio que el empresario se arroga, empobreciendo progresivamente al obrero.

El resultado es la conversión del trabajador en mercancía, en un objeto más, padeciendo, por tanto, una alienación que lo cosifica, alienación que, sobre la base de la explotación socio-económica, es sancionada por la instrumentalización del aparato político-jurídico, el falso consuelo de una religión conformista con la injusticia -que funciona como “opio del pueblo”- y la complicidad de una filosofía que, instalada en el idealismo, evita encarar la realidad concreta para producir una ideología que falsifica la realidad.

Marx entiende que la historia ha sido el escenario de la lucha entre poseedores y desposeídos: amos y esclavos en la antigüedad, señores y siervos en el feudalismo, y capitalistas y proletarios en la sociedad burguesa-industrial. Esa “lucha de clases” es el verdadero motor de la historia. El capitalismo industrial ha llevado las desigualdades sociales al paroxismo, haciendo inevitable la revolución, síntesis dialéctica final de todo el proceso.


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